Después
de esto, María se levantó y se puso de camino de prisa hacia la montaña. Llegó
a casa de Zacarías y saludó a Isabel. Cuando Isabel oyó el saludo de María, el
niño que llevaba dentro saltó de alegría. Entonces Isabel se llenó del Espíritu
Santo y le dijo a María:
-
“¡Bendita
tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que
me visite la madre de mi Señor?. Feliz la que ha creído, porque lo que le ha
dicho el Señor se cumplirá”
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