Los
magos, al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría.
Entraron
en casa, vieron al Niño con María, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron.
Después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra. Y
habiendo recibido en sueños un mensaje de Dios, para que no volvieran donde
estaba Herodes, se marcharon a su tierra por otro camino.
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