La
Iglesia recuerda hoy, 11 de noviembre, a san Martín, obispo de Tours, uno de
los santos más célebres y venerados de Europa. Nacido de padres paganos en
Panonia, en la actualidad Hungría, en torno al año 316.Fue orientado por su
padre a la carrera militar.
Todavía
adolescente, san Martín conoció el cristianismo y, superando muchas
dificultades, se inscribió entre los catecúmenos para prepararse al bautismo.
Recibió el sacramento en torno a los 20 años, pero debió permanecer aún mucho
tiempo en el ejército, donde dio testimonio de su nuevo estilo de vida:
respetuoso y comprensivo con todos, trataba a su sirviente como a un hermano, y
evitaba las diversiones vulgares.
Cumplido
el servicio militar, se fue a Poitiers, en Francia, junto al santo obispo
Hilario, que lo ordenó diácono y presbítero. Eligió la vida monástica y fundó,
con algunos discípulos, el más antiguo monasterio conocido de Europa, en
Ligugé. Alrededor de diez años después, los cristianos de Tours, que se habían
quedado sin pastor, lo aclamaron como su obispo. Desde entonces san Martín se
dedicó con ardiente celo a la evangelización de las zonas rurales y a la
formación del clero.
Aunque
se le atribuyen muchos milagros, san Martín es famoso sobre todo por un acto de
caridad fraterna. Siendo aún un joven soldado, encontró en su camino a un pobre
aterido y temblando de frío. Tomó entonces su capa y, cortándola en dos con la
espada, le dio la mitad a aquel hombre. Durante la noche se le apareció en
sueños Jesús, sonriente, envuelto en aquella misma capa. (…)
Que
san Martín nos ayude a comprender que solamente a través de un compromiso común
de solidaridad es posible responder al gran desafío de nuestro tiempo:
construir un mundo de paz y de justicia, en el que todos los hombres puedan
vivir con dignidad. Esto puede suceder si prevalece un modelo mundial de
auténtica solidaridad, que permita garantizar a todos los habitantes del
planeta el alimento, el agua, la asistencia médica necesaria, pero también el
trabajo y los recursos energéticos, así como los bienes culturales, el saber
científico y tecnológico.
(Palabras
de Benedicto XVI antes del rezo del Ángelus del 11 de noviembre de 2007)
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