En este
mes de noviembre, en el que la Iglesia nos recuerda que tenemos una obligación
de justicia y caridad de rezar por nuestros difuntos, he querido compartir con
vosotros una anécdota sobre el Cura de
Ars, que recoge Jesús Simón Pardo en su libro “Al final de esta vida. Verdades
eternas” (Cuadernos Palabra), libro que os recomiendo de lectura espiritual
para este mes.
En el
pequeño pueblo de Ars vivía un hombre descreído y blasfemo, que murió
rechazando los últimos sacramentos.
A los
quince o veinte días de su muerte, su viuda fue a llorar ante el Sagrario de la
iglesia parroquial. La vio el santo Cura, que estaba en el confesonario, y
levantándose se dirigió hacia ella y le dijo:
- Señora, no llore pues su marido se ha
salvado; deberá ofrecer muchos sufragios, pues está en el purgatorio, pero se
ha salvado.
Aquellas
palabras parece que no la convencieron y le contestó al sacerdote:
- Por favor, no aumente mi pena; cómo se
va a salvar si ha muerto blasfemando y
rechazando los sacramentos.
Pero el
Cura de Ars le preguntó:
- ¿Su esposo trajo flores alguna vez a
la Virgen?
Después de
pensar un momento, la viuda respondió:
- Sí, en una ocasión me trajo una rosa
muy hermosa y me dijo: “toma, llévasela a la Virgen”. Y eso fue lo que hice yo.
El párroco
concluyó:
- Pues esa rosa, acabo de ver, ha
propiciado que, en el último momento de su vida, haya hecho un acto de
contrición que le ha abierto las puertas del cielo.
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