viernes, 31 de agosto de 2012

PALMAS ILICITANAS PARA UNA TRADICIÓN JUDÍA

S. PICÓ / LA VERDA. ELCHE. 31.08.2012

El Sucot o la Fiesta de los Tabernáculos es una de las festividades más importantes del judaísmo. En ella se conmemora la peregrinación, la unión y las dificultades que tuvo atravesar el pueblo hebreo durante su estancia en el desierto. Por otro lado, también es una muestra de agradecimiento a Dios por la cosecha de todo año.

Como indica la tradición, hay que construir cabañas con hojas de mirto, sauce y limón, y ramas de palmera. Los judíos convivirán en estas durante siete días en memoria del tiempo en que sus padres vivieron bajo las mismas antes de llegar a la tierra prometida.

Este ritual, donde la palma es uno de los elementos necesarios, se celebrará dentro de dos semanas, durante el séptimo mes del calendario hebreo. Desde hace más de 20 años, la comunidad judía de Estados Unidos escoge la palma de Elche para distribuirla a las sinagogas de todo el país, y así poder llevar a cabo la fiesta.

Este año se ha suministrado un pedido de 3.000 unidades. Una cantidad de ejemplares considerablemente inferior en comparación con otros tiempos, ya que, por ejemplo, en 2008, la comunidad judía transportó a Estados Unidos 30.000 palmas. Sin embargo, Paco Serrano, de la empresa Serrano Valero, afirmó que «los pedidos varían en función de cada año» y «la crisis parece haber salpicado también en cierta parte a América».

Preparación
Para que todo salga según lo previsto, cada año un miembro de la comunidad judía supervisa la preparación de las palmas. En esta ocasión el encargado de la labor fue el rabino Johnny Niasoff, perteneciente a dicha comunidad y también cocinero en un colegio de Nueva Jersey.

Su trabajo consiste en revisar que todas las palmas estén verdes, con las puntas completamente cerradas, sin partes secas y libres de impurezas e insectos. Curiosamente para la celebración de la festividad judía se necesita una palma distinta a la tradicional blanca que se distribuye para el Domingo de Ramos.

En el Sucot solo se utilizan las puntas de las palmas, provenientes del ojo de la palmera, en el centro del cogollo, y se retiran con cuidado por los palmereros. Asimismo, para la celebración del ritual estas tienen que ser datileras, ya que las de otras especies no sirven.

Una vez inspeccionadas y seleccionadas, las palmas se transportan a un almacén donde se envuelven con hojas de periódico para su largo viaje transatlántico.

Aunque llevan alrededor de 20 años celebrando el ritual con la palma ilicitana, antes la comunidad judía confiaba en otra firma ilicitana para su preparación. No obstante, actualmente es la familia Serrano Valero la encargada de preparar y proporcionar el pedido. El motivo según Niasoff es que «estos últimos tienen una palma de mejor calidad».

El trabajo de Niasoff cumple dos objetivos. Por un lado, se controlan que las palmas estén en perfectas condiciones para celebrar, una vez más, esta tradición. Por otro, se lograrán atravesar las estrictas medidas fitosanitarias de Estados Unidos, ya que antes de acabar en su destino pasan varios controles, en los que de cada tres cajas se inspecciona una.

miércoles, 29 de agosto de 2012

"PA´ QUERERSE HAY QUE 'ROSARSE'"

Don Manuel González, un santo obispo de Málaga de principios del siglo XX, declarado Beato por Juan Pablo II, famoso como catequista de niños de barriada, tiene una buena colección de dichos de niños, de ésos que parecen inspirados por el Espíritu Santo, que parece expresarse mejor por la boca de los inocentes y sencillos. Estos dichos aparecen recogidos en el libro Partiendo el pan a los pequeñuelos.
Un día les explicaba a los chiquillos de Primera comunión la necesidad que tiene el cristiano de recibir la Comunión eucarística. En medio de la explicación, les pregunta: “¿Por qué necesitamos comulgar? ¿Qué se os ocurre?”. Los niños callaban, mirando hacia abajo, moviendo las piernas y dando patadas a las patas de los bancos. “¿Por qué no podemos abandonar la Comunión?”. Y un gitanillo, con el pelo revuelto y las mejillas llenas de “churretes”, levanta la mano y dice: “Porque pa’ quererse hay que ‘rosarse’”.


EL MARTIRIO DE SAN JUAN BAUTISTA

En este último miércoles de agosto, es la memoria litúrgica del martirio de San Juan Bautista, el precursor de Jesús. En el calendario romano, es el único santo del cual se celebra tanto el nacimiento, 24 de junio, como la muerte producida a través del martirio.

En los evangelios se destaca muy bien su papel en relación con Jesús. En particular, san Lucas narra el nacimiento, la vida en el desierto, la predicación, y san Marcos nos habla de su trágica muerte en el Evangelio de hoy.

Juan el Bautista comenzó su predicación en el periodo del emperador Tiberio, en el año 27-28 d.c., y la clara invitación que dirige a las personas que acudían a escucharlo, es preparar el camino para acoger al Señor, para enderezar las sendas torcidas de la vida a través de un cambio radical del corazón (cf. Lc. 3, 4). Pero el Bautista no se limita a predicar la penitencia, la conversión, sino que, reconociendo a Jesús como el "Cordero de Dios" que vino a quitar el pecado del mundo (Jn. 1, 29), tiene la profunda humildad de mostrar a Jesús como el verdadero Mensajero de Dios, haciéndose a un lado para que Cristo pueda crecer, ser escuchado y seguido.

Como nota final, el Bautista testifica con la sangre su fidelidad a los mandamientos de Dios, o sin ceder o darle la espalda, cumpliendo hasta el final su misión. San Beda, monje del siglo IX, en sus Homilías dice: San Juan por [Cristo] dio su vida, a pesar de que no recibió la orden de renegar de Jesucristo, le fue ordenado solo callar la verdad. (Cf. Om 23:. CCL 122, 354). Y no calló la verdad y por eso murió por Cristo, quien es la Verdad. Justamente, por el amor a la verdad, no reduce su compromiso y no tiene temor a dirigir palabras fuertes a aquellos que habían perdido el camino de Dios.

Vemos en esta gran figura, esta fuerza en la pasión, en la resistencia contra los poderosos. Preguntamos: ¿de dónde viene esta vida, esta interioridad tan fuerte, tan recta, tan coherente, gastada así completamente por Dios, y preparar el camino para Jesús? La respuesta es simple: de la relación con Dios, de la oración, que es el hilo conductor de toda su existencia.

Juan es el don divino por mucho tiempo invocado por sus padres, Zacarías e Isabel (cf. Lc. 1,13); un don inmenso, humanamente inesperado, porque ambos eran de edad avanzada y Isabel era estéril (cf. Lc. 1,7); pero nada es imposible para Dios (cf. Lc. 1,36). El anuncio de este nacimiento se produce en el lugar de la oración, en el templo de Jerusalén, es más, sucede cuando a Zacarías le toca el gran privilegio de entrar en el lugar santísimo del templo para quemar incienso al Señor (cf. Lc. 1, 8-20). También el nacimiento de Juan el Bautista estuvo marcado por la oración: el canto de gozo, de alabanza y de acción de gracias que Zacarías eleva al Señor, y que recitamos cada mañana en los Laudes, el "Benedictus", exalta la acción de Dios en la historia y muestra proféticamente la misión de su hijo Juan: preceder al Hijo de Dios hecho carne, para preparar sus caminos (cf. Lc. 1,67-79). Toda la existencia del Precursor de Jesús es alimentada por una relación con Dios, especialmente el tiempo de permanencia en el desierto (cf. Lc. 1,80); las regiones desérticas que son lugar de la tentación, pero también es el lugar donde el hombre siente la propia pobreza, porque, debido a la falta de apoyo y seguridad material, comprende cómo el único punto de referencia sólido es Dios mismo. Pero Juan el Bautista no sólo es un hombre de oración, de contacto constante con Dios, sino también una guía en esta relación. El evangelista Lucas, refiriéndose a la oración que Jesús enseña a sus discípulos, el "Padre Nuestro", narra que la solicitud viene hecha por los discípulos con estas palabras: "Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos" (cf. Lc. 11, 1).

Queridos hermanos y hermanas, celebrar el martirio de san Juan Bautista nos recuerda también a nosotros, cristianos de este tiempo, que no se puede descender a componendas con el amor a Cristo, a su Palabra, a la Verdad. La Verdad es Verdad, no hay componendas. La vida cristiana requiere, por así decirlo, el "martirio" de la fidelidad diaria al Evangelio, el valor para dejar que Cristo crezca en nosotros y sea Cristo quien dirija nuestro pensamiento y nuestras acciones. Pero esto puede suceder en nuestras vidas solo si es sólida la relación con Dios.

La oración no es una pérdida de tiempo, no es robar espacio a las actividades, incluidas las apostólicas, sino es exactamente lo contrario: solo si somos capaces de tener una vida de oración fiel, constante, segura, Dios mismo nos dará la fuerza y la capacidad de vivir de un modo feliz y sereno, superar las dificultades y testimoniarlo con valor. San Juan Bautista interceda por nosotros, para que sepamos mantener siempre la primacía de Dios en nuestras vidas. Gracias.
(Benedicto XVI, Audiencia 29.08.2012)

martes, 28 de agosto de 2012

LOS MATRIMONIOS SON PARA EL VERANO

Las estadísticas lo confirman: después del verano se rompen muchos matrimonios. ¿Por qué?. ¿Qué pueden hacer los esposos para blindar su matrimonio ante las amenazas de la "ola de calor" veraniego que puede poner en peligro la convivencia matrimonial?. En este artículo podemos encontrar algunas respuestas.



DIEZ REGLAS PARA COMUNICAR LA FE

Publicamos el artículo que ha escrito en “L'Osservatore Romano” Juan Manuel Mora, vicerrector de la Universidad de Navarra con el título “Diez reglas para comunicar la fe”.


La comunicación de la fe es una cuestión antigua, presente en los dos mil años de vida de la comunidad cristiana, que siempre se ha considerado mensajera de una noticia que le ha sido revelada y es digna de ser comunicada. Pero es también una cuestión de candente actualidad. Desde Pablo VI hasta Benedicto XVI, los Papas no han dejado de señalar la necesidad de mejorar la comunicación la fe.

Con frecuencia, este tema se relaciona con la “nueva evangelización”. En ese contexto, Juan Pablo II ha afirmado que la comunicación de la fe ha de ser nueva "en su ardor, en sus métodos, en su expresión". Aquí nos referiremos en particular a la novedad en los métodos.

Hay factores externos que obstaculizan la difusión del mensaje cristiano, sobre los que es difícil incidir. Pero cabe avanzar en otros factores que están a nuestro alcance. En ese sentido, quien pretende comunicar la experiencia cristiana necesita conocer la fe que desea transmitir, y debe conocer también las reglas de juego de la comunicación pública.

Partiendo, por un lado, de los documentos eclesiales más relevantes y, por otro, de la bibliografía esencial del ámbito de la comunicación institucional, articularé mis reflexiones en una serie de principios. Los primeros se refieren almensajeque se quiere difundir; los siguientes, a lapersonaque comunica; y los últimos, almodode transmitir ese mensaje en la opinión pública.

1. Principios relativos al mensaje

Primero: el mensaje ha de ser positivo
Los públicos atienden a informaciones de todo género, y toman buena nota de las protestas y las críticas. Pero secundan sobre todo proyectos, propuestas y causas positivas.

Juan Pablo II afirma en la encíclica “Familiaris consortio” que la moral es un camino hacia la felicidad y no una serie de prohibiciones. Esta idea ha sido repetida con frecuencia por Benedicto XVI, de diferentes maneras: Dios nos da todo y no nos quita nada; la enseñanza de la Iglesia no es un código de limitaciones, sino una luz que se recibe en libertad.

El mensaje cristiano ha de transmitirse como lo que es: un sí inmenso al hombre, a la mujer, a la vida, a la libertad, a la paz, al desarrollo, a la solidaridad, a las virtudes... Para transmitirla adecuadamente los demás, antes hay que entender y experimentar la fe de ese modo positivo.

Adquieren particular valor en este contexto unas palabras del Cardenal Ratzinger: “La fuerza con que la verdad se impone tiene que ser la alegría, que es su expresión más clara. Por ella deberían apostar los cristianos y en ella deberían darse a conocer al mundo”. La comunicación mediante la irradiación de la alegría es el más positivo de los planteamientos.


Segundo: el mensaje ha de ser relevante, significativo para quien escucha, no solamente para quien habla
Tomás de Aquino afirma que hay dos tipos de comunicación: la locutio, unfluir de palabras que no interesan en absoluto a quienes escuchan; y la illuminatio, que consiste en decir algo que ilustra la mente y el corazón de los interlocutores sobre algún aspecto que realmente les afecta.

Comunicar la fe no es discutir para vencer, sino dialogar para convencer. El deseo de persuadir sin derrotar marca profundamente la actitud de quien comunica. La escucha se convierte en algo fundamental: permite saber qué interesa, qué preocupa al interlocutor. Conocer sus preguntas antes de proponer las respuestas.

Lo contrario de la relevancia es la auto-referencialidad: limitarse a hablar de uno mismo no es buena base para el diálogo.


Tercero: el mensaje ha de ser claro
La comunicación no es principalmente lo que el emisor explica, sino lo que el destinatario entiende. Sucede en todos los campos del saber (ciencia, tecnología, economía): para comunicar es preciso evitar la complejidad argumental y la oscuridad del lenguaje. También en materia religiosa conviene buscar argumentos claros y palabras sencillas. En este sentido, habría que reivindicar el valor de la retórica, de la literatura, de las metáforas, de las imágenes, de los símbolos, para difundir el mensaje cristiano.

A veces, cuando la comunicación no funciona, se traslada la responsabilidad al receptor: se considera a los demás como incapaces de entender. Más bien, la norma ha de ser la contraria: esforzarse por ser cada vez más claros, hasta lograr el objetivo que se pretende.


2. Principios relativos a la persona que comunica

Cuarto: credibilidad por parte del que lo propone
Para que un destinatario acepte un mensaje, la persona o la organización que lo propone ha de merecer credibilidad. Así como la credibilidad se fundamenta en la veracidad y la integridad moral, la mentira y la sospecha anulan en su base el proceso de comunicación. La pérdida de credibilidad es una de las consecuencias más serias de algunas crisis que se han producido en estos años.

Por otra parte, en comunicación, como en economía, cuentan mucho los avales. El aval de una autoridad en la materia, o de un observador imparcial, representa una garantía para la opinión pública. Con otras palabras, nadie se avala a sí mismo. Existen instancias que, con mayor o menor fundamento, ejercen esa función evaluadora. En el ámbito de la opinión pública, ese aval lo otorgan principalmente los periodistas. Por eso, es crucial considerarlos como aliados, nunca como enemigos, en el proceso de comunicación.


Quinto: la empatía
La comunicación es una relación que se establece entre personas, no un mecanismo anónimo de difusión de ideas. El Evangelio se dirige a personas: políticos y electores, periodistas y lectores. Personas con sus propios puntos de vista, sus sentimientos y sus emociones.

Cuando se habla de modo frío, se amplía la distancia que separa del interlocutor. Una escritora africana ha afirmado que la madurez de una persona está en su capacidad de descubrir que puede “herir” a los demás y de obrar en consecuencia.

Nuestra sociedad está superpoblada de corazones rotos y de inteligencias perplejas. Hay que aproximarse con delicadeza al dolor físico y al dolor moral. La empatía no implica renunciar a las propias convicciones, sino ponerse en el lugar del otro. En la sociedad actual, convencen las respuestas llenas de sentido y de humanidad.


Sexto: la cortesía
La experiencia muestra que en los debates públicos proliferan los insultos personales y las descalificaciones mutuas. En ese marco, si no se cuidan las formas, se corre el riesgo de que la propuesta cristiana sea vista como una más de las posturas radicales que están en el ambiente. Aun a riesgo de parecer ingenuo, pienso que conviene desmarcarse de este planteamiento. La claridad no es incompatible con la amabilidad.

Con amabilidad se puede dialogar; sin amabilidad, el fracaso está asegurado de antemano: quien era partidario antes de la discusión, lo seguirá siendo después; y quien era contrario raramente cambiará de postura.

Recuerdo un cartel situado a la entrada de un “pub” cercano al Castillo de Windsor, en el Reino Unido. Decía, más o menos: En este local son bienvenidos los caballeros. Y un caballero lo es antes de beber cerveza y también después. Podríamos añadir: un caballero lo es cuando le dan la razón y cuando le llevan la contraria.

3. Principios que se refieren al modo de comunicar

Séptimo: la profesionalidad
“Gaudium et Spes” recuerda que cada actividad humana tiene su propia naturaleza, que es preciso descubrir, emplear y respetar, si se quiere participar en ella. Cada campo del saber tiene su metodología; cada actividad, sus normas; y cada profesión, su lógica.

La evangelización no se producirá desde fuera de las realidades humanas, sino desde dentro: los políticos, los empresarios, los periodistas, los profesores, los guionistas, los sindicalistas, son quienes pueden introducir mejoras prácticas en sus respectivos ámbitos. San Josemaría Escrivá recordaba que es cada profesional, comprometido con sus creencias y con su profesión, quien ha de encontrar las propuestas y soluciones adecuadas. Si se trata de un debate parlamentario, con argumentos políticos; si de un debate médico, con argumentos científicos; y así sucesivamente.

Este principio se aplica a las actividades de comunicación, que están conociendo un desarrollo extraordinario en los últimos años, tanto por la calidad creciente de las formas narrativas, como por las audiencias cada vez más amplias y por la participación ciudadana cada día más activa.


Octavo: transversalidad
La profesionalidad es imprescindible cuando en un debate pesan las convicciones religiosas. La transversalidad, cuando pesan las convicciones políticas.

En este punto, vale la pena mencionar la situación de Italia. Al hacer la declaración de la renta, más del 80% de los italianos marcan la casilla correspondiente a la Iglesia, porque desean apoyar económicamente sus actividades. Eso quiere decir que la Iglesia merece la confianza de una gran mayoría de ciudadanos, no solamente de quienes se reconocen en una tendencia política.

En ese país, y en muchos otros, los católicos no plantean su acción pública poniendo su esperanza en un partido. Saben por experiencia que lo importante no es que una formación política incorpore a su programa la doctrina social cristiana, sino que esos valores se hagan presentes en todos los partidos, de modo transversal.


Noveno: la gradualidad
Las tendencias sociales tienen una vida compleja: nacen, crecen, se desarrollan, cambian y mueren. En consecuencia, la comunicación de ideas tiene mucho que ver con el “cultivo”: sembrar, regar, podar, antes de cosechar.

El fenómeno de la secularización se ha ido consolidando en los últimos siglos. Procesos de tan larga gestación no se resuelven en años, meses o semanas.

El cardenal Ratzinger explicaba que nuestra visión del mundo suele seguir un paradigma “masculino", donde lo importante es la acción, la eficacia, la programación y la rapidez. Y concluía que conviene dar más espacio a un paradigma “femenino", porque la mujer sabe que todo lo que tiene que ver con la vida requiere espera, reclama paciencia.

Lo contrario de este principio es la prisa y el cortoplacismo que llevan a la impaciencia y muchas veces también al desánimo, porque es imposible lograr objetivos de entidad en plazos cortos.


Décimo: la caridad
Algunos autores han destacado que, en los primeros siglos, la Iglesia se extendió de forma muy rápida porque era una comunidad acogedora, donde era posible vivir una experiencia de amor y libertad. Los católicos trataban al prójimo con caridad, cuidaban de los niños, los pobres, los ancianos, los enfermos. Todo eso se convirtió en un irresistible imán de atracción.

La caridad es el contenido, el método y el estilo de la comunicación de la fe; la caridad convierte el mensaje cristiano en positivo, relevante y atractivo; proporciona credibilidad, empatía y amabilidad a las personas que comunican; y es la fuerza que permite actuar de forma paciente, integradora y abierta. Porque el mundo en que vivimos es con demasiada frecuencia un mundo duro y frío, donde muchas personas se sienten excluidas y maltratadas y esperan algo de luz y de calor. En este mundo, el gran argumento de los católicos es la caridad. Gracias a la caridad, la evangelización es siempre y verdaderamente, nueva.

SAN AGUSTÍN

San Agustín, hombre de pasión y de fe, de elevadísima inteligencia y de incansable entrega pastoral.

Este gran santo y doctor de la Iglesia es conocido, al menos de nombre, incluso por quien ignora el cristianismo o no tiene familiaridad con él, por haber dejado una huella profundísima en la vida cultural de Occidente y de todo el mundo.

Por su singular relevancia, san Agustín tuvo una influencia enorme y podría afirmarse, por una parte, que todos los caminos de la literatura cristiana latina llevan a Hipona (hoy Anaba, en la costa de Argelia), localidad en la que era obispo y, por otra, que de esta ciudad del África romana, en la que Agustín fue obispo desde el año 395 hasta 430, parten muchas otras sendas del cristianismo sucesivo y de la misma cultura occidental.

Pocas veces una civilización ha encontrado un espíritu tan grande, capaz de acoger los valores y de exaltar su intrínseca riqueza, inventando ideas y formas de las que se alimentarían las generaciones posteriores, tal y como subrayó también Pablo VI: «Se puede decir que todo el pensamiento de la antigüedad confluye en su obra y de esa se derivan corrientes de pensamiento que penetran toda la tradición doctrinal de los siglos sucesivos» (AAS, 62, 1970, p. 426).

Agustín es, además, el padre de la Iglesia que ha dejado el mayor número de obras. Su biógrafo, Posidio, dice: parecía imposible que un hombre pudiera escribir tanto en vida. En un próximo encuentro hablaremos de estas obras. Hoy nuestra atención se concentrará en su vida, que puede reconstruirse con sus escritos, y en particular con las «Confesiones», su extraordinaria biografía espiritual escrita para alabanza de Dios, su obra más famosa.

Las «Confesiones» constituyen precisamente por su atención a la interioridad y a la psicología un modelo único en la literatura occidental, y no sólo occidental, incluida la no religiosa, hasta la modernidad.

Esta atención por la vida espiritual, por el misterio del yo, por el misterio de Dios que se esconde en el yo, es algo extraordinario, sin precedentes, y permanece para siempre como una «cumbre» espiritual.

Pero, volvamos a su vida. Agustín nació en Tagaste, en la provincia de Numidia, en el África romana, el 13 de noviembre de 354, hijo de Patricio, un pagano que después llegó a ser catecúmeno, y de Mónica, fervorosa cristiana.

Esta mujer apasionada, venerada como santa, ejerció en su hijo una enorme influencia y le educó en la fe cristiana. Agustín había recibido también la sal, como signo de la acogida en el catecumenado. Y siempre quedó fascinado por la figura de Jesucristo; es más, dice que siempre amó a Jesús, pero que se alejó cada vez más de la fe eclesial, de la práctica eclesial, como les sucede también hoy a muchos jóvenes.

Agustín tenía también un hermano, Navigio, y una hermana, de la que desconocemos el nombre y que, tras quedar viuda, se convirtió en superiora de un monasterio femenino.

El muchacho, de agudísima inteligencia, recibió una buena educación, aunque no siempre fue estudiante ejemplar. De todos modos, aprendió bien la gramática, primero en su ciudad natal, y después en Madaura y, a partir del año 370, retórica, en Cartago, capital del África romana: llegó a dominar perfectamente el latín, pero no alcanzó el mismo nivel en griego, ni aprendió el púnico, lengua que hablaban sus paisanos.

En Cartago, Agustín leyó por primera vez el «Hortensius», obra de Cicerón que después se perdería y que se enmarca en el inicio de su camino hacia la conversión. El texto ciceroniano despertó en él el amor por la sabiduría, como escribirá siendo ya obispo en las «Confesiones»: «Aquel libro cambió mis sentimientos» hasta el punto de que «de repente todas mis vanas esperanzas se envilecieron ante mis ojos y empecé a encenderme en un increíble ardor del corazón por una sabiduría inmortal» (III, 4, 7).

Pero, dado que estaba convencido de que sin Jesús no puede decirse que se ha encontrado efectivamente la verdad, y dado que en ese libro apasionante faltaba ese nombre, nada más leerlo comenzó a leer la Escritura, la Biblia. Quedó decepcionado. No sólo porque el estilo de la traducción al latín de la Sagrada Escritura era deficiente, sino también porque el mismo contenido no le pareció satisfactorio.

En las narraciones de la Escritura sobe guerras y otras vicisitudes humanas no encontraba la altura de la filosofía, el esplendor de la búsqueda de la verdad que le es propio. Sin embargo, no quería vivir sin Dios y buscaba una religión que respondiera a su deseo de verdad y también a su deseo de acercarse a Jesús.

De esta manera, cayó en la red de los maniqueos, que se presentaban como cristianos y prometían una religión totalmente racional. Afirmaban que el mundo está dividido en dos principios: el bien y el mal. Y así se explicaría toda la complejidad de la historia humana. La moral dualista también le atraía a san Agustín, pues comportaba una moral muy elevada para los elegidos: y para quien, como él, adhería a la misma era posible una vida mucho más adecuada a la situación de la época, especialmente si era joven.

Se hizo, por tanto, maniqueo, convencido en ese momento de que había encontrado la síntesis entre racionalidad, búsqueda de la verdad y amor a Jesucristo. Y sacó una ventaja concreta para su vida: la adhesión a los maniqueos abría fáciles perspectivas de carrera. Adherir a esa religión, que contaba con muchas personalidades influyentes, le permitía seguir su relación con una mujer y continuar con su carrera.

De esta mujer tuvo un hijo, Adeodato, al que quería mucho, sumamente inteligente, que después estaría presente en su preparación al bautismo en el lago de Como, participando en esos «Diálogos» que san Agustín nos ha dejado. Por desgracia, el muchacho falleció prematuramente.

Siendo profesor de gramática en torno a los veinte años, en su ciudad natal, pronto regresó a Cartago, donde se convirtió en un brillante y famoso maestro de retórica. Con el pasar del tiempo, sin embargo, Agustín comenzó a alejarse de la fe de los maniqueos, que le decepcionaron precisamente desde el punto de vista intelectual, pues eran incapaces de resolver sus dudas, y se transfirió a Roma, y después a Milán, donde residía en la corte imperial y donde había obtenido un puesto de prestigio, por recomendación del prefecto de Roma, el pagano Simaco, que era hostil al obispo de Milán, san Ambrosio.

En Milán, Agustín se acostumbró a escuchar, en un primer momento con el objetivo de enriquecer su bagaje retórico, las bellísimas predicaciones del obispo Ambrosio, que había sido representante del emperador para Italia del norte. El retórico africano quedó fascinado por la palabra del gran prelado milanés; no sólo por su retórica. El contenido fue tocando cada vez más su corazón.

El gran problema del Antiguo Testamento, la falta de belleza retórica, de nivel filosófico, se resolvió con las predicaciones de san Ambrosio, gracias a la interpretación tipológica del Antiguo Testamento: Agustín comprendió que todo el Antiguo Testamento es un camino hacia Jesucristo. De este modo, encontró la clave para comprender la belleza, la profundidad incluso filosófica del Antiguo Testamento y comprendió toda la unidad del misterio de Cristo en la historia, así como la síntesis entre filosofía, racionalidad y fe en el Logos, en Cristo, Verbo eterno, que se hizo carne.

Pronto, Agustín se dio cuenta de que la literatura alegórica de la Escritura y la filosofía neoplatónica del obispo de Milán le permitían resolver las dificultades intelectuales que, cuando era más joven, en su primer contacto con los textos bíblicos, le habían parecido insuperables.

Agustín continuó la lectura de los escritos de los filósofos con la de la Escritura, y sobre todo de las cartas de san Pablo. La conversión al cristianismo, el 15 de agosto de 386, se enmarcó por tanto al final de un largo y agitado camino interior, del que seguiremos hablando en otra catequesis. El africano se mudó al campo, al norte de Milán, al lago de Como, con su madre, Mónica, el hijo Adeodato, y un pequeño grupo de amigos, para prepararse al bautismo. De este modo, a los 32 años, Agustín fue bautizado por Ambrosio el 24 de abril de 387, durante la vigilia pascual en la catedral de Milán.

Tras el bautismo, Agustín decidió regresar a África con sus amigos, con la idea de llevar vida en común, de carácter monástico, al servicio de Dios. Pero en Ostia, mientras esperaba para embarcarse, su madre se enfermó improvisamente y poco después murió, destrozando el corazón del hijo.

Tras regresar finalmente a su patria, el convertido se estableció en Hipona para fundar un monasterio. En esa ciudad de la costa africana, a pesar de resistirse a la idea, fue ordenado presbítero en el año 391 y comenzó con algunos compañeros la vida monástica en la que estaba pensado desde hace algún tiempo, repartiendo su tiempo entre la oración, el estudio y la predicación.

Quería estar sólo al servicio de la verdad, no se sentía llamado a la vida pastoral, pero después comprendió que la llamada de Dios significaba ser pastor entre los demás y así ofrecer el don de la verdad a los demás. En Hipona, cuatro años después, en el año 395, fue consagrado obispo.

Continuando con la profundización en el estudio de las Escrituras y de los textos de la tradición cristiana, Agustín se convirtió en un obispo ejemplar con un incansable compromiso pastoral: predicaba varias veces a la semana a sus fieles, ayudaba a los pobres y a los huérfanos, atendía a la formación del clero y a la organización de los monasterios femeninos y masculinos.

En poco tiempo, el antiguo profesor de retórica se convirtió en uno de los exponentes más importantes del cristianismo de esa época: sumamente activo en el gobierno de su diócesis, con notables implicaciones también civiles, en sus más de 35 años de episcopado, el obispo de Hipona ejerció una amplia influencia en la guía de la Iglesia católica del África romana y más en general en el cristianismo de su época, afrontando tendencias religiosas y herejías tenaces y disgregadoras, como el maniqueísmo, el donatismo, y el pelagianismo, que ponían en peligro la fe cristiana en el único Dios y rico en misericordia.

Y Agustín se encomendó a Dios cada día, hasta el final de su vida: contrajo la fiebre, mientras la ciudad de Hipona se encontraba asediada desde hacía casi tres meses por vándalos invasores. El obispo, cuenta su amigo Posidio en la «Vita Augustini» pidió que le transcribieran con letra grande los salmos penitenciales «y pidió que colgaran las hojas contra la pared, de manera que desde la cama en su enfermedad los podía ver y leer, y lloraba sin interrupción lágrimas calientes» (31, 2). Así pasaron los últimos días de la vida de Agustín, quien falleció el 28 de agosto del año 430, sin haber cumplido los 76 años. Dedicaremos los próximos encuentros a sus obras, a su mensaje y a su experiencia interior.

(Benedicto XVI, Catequesis 09.01.2008)

domingo, 26 de agosto de 2012

DE LÍDER REPUBLICANO A “CRISTIANO CONVENCIDO”. LA CONVERSIÓN DE JORDI CARBONELL

“Pensar que después de la muerte se había acabado todo era incomprensible para mí y esta necesidad de creer en la perdurabilidad después de la muerte hizo que volviera a Dios y a la maravillosa fe cristiana”, explica este filólogo y político catalán

ForumLibertas.com

Jordi Carbonell i de Ballester (Barcelona, 1924) es un viejo luchador por la democracia. Este político y filólogo catalán participó en iniciativas de la oposición antifranquista, como la Asamblea de Cataluña, e impulsó el movimiento de Nacionalistes d’Esquerra. Desde 1996 hasta julio de 2004 fue presidente de Esquerra Republicana de Catalunya.

Licenciado en filología románica por la Universidad de Barcelona, fue profesor de lengua catalana en los Estudios Universitarios Catalanes y en la Universidad Autónoma de Barcelona, de donde lo expulsaron en 1972 por razones políticas. Ha sido catedrático de la Universidad de Cagliari (Cerdeña) y lector de catalán en la Universidad de Liverpool. Miembro fundador de la Sociedad Catalana de Estudios Históricos, filial del Instituto de Estudios Catalanes, dirigió la Gran Enciclopedia Catalana de 1965 a 1971.

Su conversión al catolicismo
En el número de junio de 2012 la Hoja Informativa de la parroquia a la que asiste cada domingo para ir a Misa –Monestir de Sant Pere de les Puel•les- le dedicó una entrevista en la que el líder catalanista explicaba su conversión y los motivos de su retorno a la fe.

“Mi retorno a la fe se produjo en el año 2006 con motivo de la muerte de mi esposa Hortensia. Hasta entonces siempre me había manifestado agnóstico, además de respetuoso: he sido amigo del padre Abat Aureli M. Escarré y tengo una excelente relación con los monjes de Montserrat”, explica Carbonell que agrega: “He vivido sesenta años de matrimonio con mi mujer y la quería profundamente. La muerte de Hortensia fue un golpe muy duro para mí; no me podía resignar a perderla. Pensar que después de la muerte se había acabado todo era incomprensible para mí y esta necesidad de creer en la perdurabilidad después de la muerte hizo que volviera a Dios y a la maravillosa fe cristiana. En esta conversión intervinieron el monje Josep Massot i Muntaner amigo personal des de hace muchos años, y el padre Marcel Capellades, que me acercó al Dios del Amor”.

Cuestionado sobre el hecho de su participación en la Eucaristía en Sant Pere el político responde “Oí decir a mi hermano Josep Maria que, en mis tiempos de agnóstico, siempre había rezado por mi retorno a la fe, que en Sant Pere celebraban unas misas de gran nivel. Entonces un día, hablando con Ricard Pedrals, compañero de facultad y amigo mío desde hace muchos años, me comentó que él iba cada domingo. Y desde el 17 de diciembre del 2006 he ido cada domingo con él y su mujer”.

Finalmente, Carbonell no duda en afirmar que ahora se manifiesta “como un cristiano convencido y firme en mi fe”, un cristiano “que cree en la Iglesia del amor y de la esperanza, y cada día rezo a Dios, al Dios del amor, con lágrimas en los ojos”.

LOS FRUTOS DEL EGOCENTRISMO

Max Silva Abbott. Doctor en Derecho. Profesor de Filosofía del Derecho en la Universidad San Sebastián (Chile). ANALISIS DIGITAL

Vivimos en una sociedad en la cual se nos incita, y cada vez más, a centrarnos en nosotros mismos, en nuestro propio yo. “Sé feliz”, nos dicen constantemente y por todos los medios posibles; “date gusto, haz lo que quieras, no te detengas por nadie, vive tu vida”, y un cúmulo de mensajes más, tentadores y a veces hipnóticos, que nos aseguran una felicidad fácil y al alcance de la mano, pese a lo cual ella parece escurrirse más que nunca por este camino.

De este modo, vamos ensimismándonos cada vez más, para lo cual, los modernos artilugios ayudan enormemente; ya no es raro ver en el metro o en el autobús a los sujetos casi embobados mirando su chiche de última generación, situación paradójica, porque nunca antes hemos estado tan “conectados” y a la vez tan aislados como hoy.

Ahora bien, lo anterior no sólo trae un cúmulo de problemas para las relaciones humanas más cotidianas, desde la falta de comunicación hasta notables grados de intolerancia, sino que de manera más peligrosa, puede llegar incluso al extremo de negar la existencia del otro.

En efecto, por este desgraciado camino, no sólo la vida común del día a día se va haciendo cada vez más difícil, gracias a esta seguidilla de faltas de consideración –a veces graves– hacia los demás, hechas más o menos a sabiendas, sino que como se ha dicho, se puede llegar al extremo de negarle subjetivamente la existencia a quienes nos molestan, desagradan, o pueden amenazar nuestro sacrosanto e inapelable arbitrio.

Es por eso que el no nacido indeseado es reducido a la calidad de tejido biológico, o que aquellos que ya no están a la altura de lo que esperamos (para beneficio propio, por supuesto), son considerados vidas sin valor. Es cosa de detenerse en el peligroso concepto de “calidad de vida”, que se ha ido expandiendo cada vez más, para darnos cuenta de ello. Y la razón es simple: porque si cada uno se centra en su propio yo, la mirada respecto del mundo y de los demás no sólo sufre una peligrosa subjetivización, al carecer de puntos fijos de referencia, sino que incluso llega al punto de querer hacer coincidir esa realidad deformada por este egocentrismo enfermizo, con lo que el sujeto quiere o desea. Por eso, y volviendo a la noción de ‘calidad de vida’, siempre serán unos (los fuertes, los sanos, los poderosos) quienes decidirán, respecto de otros, aquellos que merecen vivir, en atención a lo que ellos estimen importante.

Así las cosas, no nos extrañemos que nos convirtamos en extraños, incluso en enemigos entre nosotros. Si lo que predomina es un egocentrismo cuyos límites son sólo fácticos (es decir, que no llega más lejos sencillamente porque no le dan sus fuerzas), no nos sorprendamos de los resultados, pues ninguna sociedad, ni tampoco la vida individual de sus miembros, puede llegar a buen puerto por este camino.

sábado, 25 de agosto de 2012

8 PREGUNTAS SOBRE EL AÑO DE LA FE

1. ¿Qué es el Año de la Fe?
El Año de la Fe “es una invitación a una auténtica y renovada conversión al Señor, único Salvador del mundo” (Porta Fidei, 6).

2. ¿Cuándo inicia y termina?
Inicia el 11 de octubre de 2012 y terminará el 24 de noviembre de 2013.

3. ¿Por qué esas fechas?
El 11 de octubre coinciden dos aniversarios: el 50 aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II y el 20 aniversario de la promulgación del Catecismo de la Iglesia Católica. La clausura, el 24 de noviembre, será la solemnidad de Cristo Rey

4. ¿Por qué el Papa ha convocado este año?
“Mientras que en el pasado era posible reconocer un tejido cultural unitario, ampliamente aceptado en su referencia al contenido de la fe y a los valores inspirados por ella, hoy no parece que sea ya así en vastos sectores de la sociedad, a causa de una profunda crisis de fe que afecta a muchas personas”. Por eso, el Papa invita a una “auténtica y renovada conversión al Señor, único Salvador del mundo”. El objetivo principal de este año es que cada cristiano “pueda redescubrir el camino de la fe para poner a la luz siempre con mayor claridad la alegría y el renovado entusiasmo del encuentro con Cristo”.

5. ¿Qué medios ha señalado el Santo Padre?
Como expuso en el Motu Proprio Porta Fidei: Intensificar la celebración de la fe en la liturgia, especialmente en la Eucaristía; dar testimonio de la propia fe; y redescubrir los contenidos de la propia fe, expuestos principalmente en el Catecismo.

6. ¿Dónde tendrá lugar?
Como dijo Benedicto XVI, el alcance será universal. “Tendremos la oportunidad de confesar la fe en el Señor Resucitado en nuestras catedrales e iglesias de todo el mundo; en nuestras casas y con nuestras familias, para que cada uno sienta con fuerza la exigencia de conocer y transmitir mejor a las generaciones futuras la fe de siempre. En este Año, las comunidades religiosas, así como las parroquiales, y todas las realidades eclesiales antiguas y nuevas, encontrarán la manera de profesar públicamente el Credo”.

7. ¿Dónde encontrar indicaciones más precisas?
En una nota publicada por la Congregación para la doctrina de la fe. Ahí se propone, por ejemplo:
− Alentar las peregrinaciones de los fieles a la Sede de Pedro;
− Organizar peregrinaciones, celebraciones y reuniones en los principales Santuarios.
− Realizar simposios, congresos y reuniones que favorezcan el conocimiento de los contenidos de la doctrina de la Iglesia Católica, y mantengan abierto el diálogo entre fe y razón.
− Leer o releer los principales documentos del Concilio Vaticano II.
− Acoger con mayor atención las homilías, catequesis, discursos y otras intervenciones del Santo Padre.
− Promover trasmisiones televisivas o radiofónicas, películas y publicaciones, incluso a nivel popular, accesibles a un público amplio, sobre el tema de la fe.
− Dar a conocer los santos de cada territorio, auténticos testigos de fe.
− Fomentar el aprecio por el patrimonio artístico religioso.
− Preparar y divulgar material de carácter apologético para ayudar a los fieles a resolver sus dudas.
− Eventos catequéticos para jóvenes que transmitan la belleza de la fe.
− Acercarse con mayor fe y frecuencia al sacramento de la Penitencia.
− Usar en los colegios el Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica.
− Organizar grupos de lectura del Catecismo y promover su difusión y venta.

8. ¿Qué documentos puedo leer por ahora?
- El motu proprio de Benedicto XVI Porta Fidei
- La nota con indicaciones pastorales para el Año de la Fe
- El Catecismo de la Iglesia Católica

¿PUEDEN LOS IPADS Y SMARTPHONES SUSTITUIR AL MISAL O AL LECCIONARIO EN LA LITURGIA EUCARÍSTICA?

Son medios excelentes para el estudio pero no pueden ser utilizados en la liturgia

Según el P. Antonio Spadaro, el “ciberteólogo” del Vaticano, el celebrante no puede usar en la liturgia católica aparatos como las tabletas, iPad, Smartphones etc. sustituyendo al Misal o los libros tradicionales. En el artículo de su blog, explicó la decisión de la Conferencia Episcopal de Nueva Zelanda de denegar la autorización para usar estos aparatos en la liturgia solicitada por varios sacerdotes del país.

El 30 de abril la Conferencia Episcopal de Nueva Zelanda envió una carta a los sacerdotes de su diócesis en respuesta a numerosas consultas sobre el uso de tabletas, iPad, libros electrónicos, etc. en lugar de los libros litúrgicos tradicionales.

Tras sopesar el asunto, los obispos concluyeron que consideran que las aplicaciones informáticas que presentan el misal son un medio “excelente para el estudio” pero “no pueden ser utilizadas por el sacerdote en la liturgia”. Por tanto, “sólo se puede utilizar para la Misa y otras liturgias de la Iglesia un ejemplar del Misal Romano oficialmente impreso”.

Los obispos justifican su decisión: “Todas las religiones tienen libros sagrados reservados para los rituales y prácticas esenciales de la fe. La Iglesia Católica no es diferente, y el Misal Romano es uno de nuestros libros sagrados. Su forma física manifiesta su función especial en nuestro culto. Se reserva el Misal para el uso en la liturgia de la Iglesia. El iPad y otros instrumentos electrónicos tienen muchos usos, tales como jugar, navegar por Internet, ver vídeos y consultar el correo electrónico. Solo esto hace ya que su uso en la liturgia sea improcedente”.

Esta declaración ha provocado muchas otras discusiones, porque, gracias a aplicaciones como el iBreviary, Eprex y otros, se está haciendo un uso creciente de los textos litúrgicos en los medios digitales. Los obispos neozelandeses hacen un razonamiento muy interesante: Al generalizarse la lectura digital, el “texto” se separa definitivamente de su anclaje sólido en la realidad material de la “página”. ¿Cuál es en realidad el desafío planteado por las pantallas a los “textos sagrados”? En primer lugar, el hecho de que el texto se convierte en un “objeto” fluido: exactamente lo contrario de las “tablas de la ley” y del dicho scripta manent (lo escrito permanece, en oposición a verba volant: las palabras las lleva el viento). No sólo eso: el texto litúrgico desaparece del soporte para dar paso a vídeos, correos electrónicos u otras aplicaciones. El “texto” se separa de la realidad material de la ‘página’ para ‘flotar’ en la pantalla, sin fijarse nunca en ella.

La página del Evangelio sigue siendo una parte integral del ritual de la comunidad cristiana. Es decir, es inconcebible que un iPad encabece una procesión, o que sea solemnemente besado e incensado.

¿POR QUÉ NO DEBERÍA SER TAN DIFÍCIL CREER?

Paul O´Callaghan. Revista Palabra (de su artículo “El año de la fe: año de esperanza”)

Muchos no creen, creen poco y mal, y creen en cosas no dignas de fe. Decía Chesterton que quien no cree en Dios acaba creyendo en cualquier cosa. Quizá podemos decir que no debería ser tan difícil creer. Y esto es por tres razones.

Primero, porque creer, fiarse, es natural para las personas. Sin aceptar lo que los demás dicen, sin abrirse, no es posible vivir, ni pensar, ni amar. La razón humana funciona tan mal sin la fe como la digestión sin el alimento.

Segundo, porque la visión del mundo ofrecida por la fe cristiana es extraordinariamente rica, bella y gozosa. Explica no sólo cómo son y cómo funcionan las cosas, sino por qué existen, qué sentido tienen, hacia dónde se dirigen.

Tercero, quizá principalmente, porque la fe es un don de Dios. Ciertamente requiere humildad, un corazón bueno y confiado; pero no es un fruto del esfuerzo humano, porque lo genera Dios en el corazón del hombre que se abre a la revelación de su amor.

viernes, 24 de agosto de 2012

EL MISTERIO DE ELCHE Y EL AÑO DE LA FE

Ante la proximidad del Año de la Fe, un artículo muy oportuno del teólogo José-Román Flecha Andrés, que cada año participa en nuestra ciudad en las celebraciones del Misteri.
http://www.vmm-enpositivo.blogspot.com/

DEFENDER LA VIDA CON VALENTÍA

Análisis Digital. Redacción


Mientras en España algunos tratan de desviar la atención sobre lo que verdaderamente está en juego cuando se trata del derecho a la vida, llegando incluso a exhibir todas sus miserias ideológicas con campañas “ad hominem” contra un magistrado por el hecho de ser miembro del Opus Dei, el Papa ha puesto una vez más el acento sobre lo esencial para animarnos a todos a proponer sin pudor el Evangelio de la Vida y a rezar para que crezca la ayuda hacia los niños cuya vida se ve amenazada, así como el compromiso de sostener a quienes se encuentran en dificultad para acoger una nueva vida y a las familias que han sido probadas por el drama del aborto.


Benedicto XVI lo ha hecho explícito en un mensaje a los responsables de la “Obra por la Adopción Espiritual del Concebido”, que este año celebra el vigesimoquinto aniversario de su fundación. La adopción espiritual consiste en rezar durante nueve meses un misterio del Rosario y una oración adicional con la intención de proteger la vida naciente amenazada en el seno materno. Este tipo de iniciativas tienen también una importante dimensión pública en cuanto que nos muestran cómo es posible, aun en una situación de evidente dificultad y hostigamiento cultural, dar testimonio de la fe que se profesa. Los católicos no tenemos ni queremos ningún privilegio, pero tampoco ser discriminados por el hecho de serlo. Somos ciudadanos con todos los derechos y deberes, y debemos poder rezar por los que van a nacer, por las madres gestantes y por las familias en dificultades, así como proponer en libertad la belleza y dignidad de toda la vida y de la vida de todos.


El aborto es un grave problema científico, político y social. Pero es también, y en gran medida, un serio problema moral para cualquiera, sea o no creyente. Todo hombre, si no quiere negar la realidad de las cosas, ha de procurar por todos los medios lícitos a su alcance que las leyes no permitan la muerte violenta de seres inocentes e indefensos. Esta verdad, que es posible comprender desde la razón rectamente formada, es aún más clara y profunda a la luz de la fe. Sabemos, por experiencia, que el olvido de Dios lleva con más facilidad al olvido de la dignidad humana y que quienes sufren los atropellos, con mayor frecuencia, son los más débiles. En este caso, los concebidos que van a nacer. Por eso es tan importante seguir librando, en este terreno, la batalla del Amor y de la Vida, con valentía, sin complejos y alzando la voz, en defensa de los que los que no la tienen, especialmente cada vez que alguien, en nombre de la libertad y la democracia, vulnere nuestros derechos fundamentales y se atreva a estigmatizarnos por el hecho de ser católicos.

SARA BARAS: “ SER MADRE ME HA HECHO BAILAR MEJOR Y SER MEJOR PERSONA”

Entrevista en La Verdad.

- 'La Pepa' la ha devuelto a los escenarios después del paréntesis de su maternidad. ¿Qué ha cambiado en Sara Baras?
- Ser madre me ha cambiado mucho más de lo que creía. Y a mejor. Yo tenía muchas ganas de ser madre. Soñaba con serlo, pero por motivos de trabajo durante mucho tiempo no me lo pude permitir. No me imaginaba que fuera algo tan maravilloso, tan grande. Cuando tienes un hijo se te sale el cariño, el amor y la felicidad por los poros. Tienes la sensibilidad a flor de piel. Y si hablamos de baile, por supuesto eso se nota mucho, porque el artista flamenco tiene la obligación de dejarse llevar por sus sentimientos. Creo que bailo mejor, lo disfruto más, y que tengo otra madurez. Gracias a mi hijo creo que soy mejor personal y profesionalmente. De todas las vivencias se aprende. Pero con un hijo te da la vuelta la vida. ¡Qué manera de sentir! Y eso se transmite y se contagia. Es verdad que, después de dos años sin bailar, me daba miedo volver. Desde que me quedé embarazada y hasta que decidí volver, no cogí mis zapatos ni una sola vez. ¿Y si ya no soy la misma?, me preguntaba. ¿Y si ya no tengo la misma fuerza, la misma ilusión? Tuve que hacerme un lavado de coco porque me fui estando muy arriba. Me repetía a mí misma: 'No te preocupes, Sara. No pasa nada si ves que no tienes la misma fuerza'. Tenía que prepararme, por si acaso.

- Pídale un deseo a la vida.
- Mi deseo para la gente es que termine cuanto antes este momento tan feo de crisis que estamos sufriendo, y que el fuego deje de quemar nuestros bosques. En el plano personal, le pido a la vida solo una cosa: que mi hijo sea feliz.

jueves, 23 de agosto de 2012

DE MAESTRA DE ESGRIMA A MAESTRA DE NOVICIAS

Hace 15 años, Leticia, una joven burgalesa, decidió cambiar el traje blanco de campeona de esgrima por el hábito blanco de las madres dominicas de Lerma. Hoy es Sor María Leticia de Cristo Crucificado, maestra de novicias. Leticia nació en 1977, en una familia de clase media. Sus padres no solían ir a misa, pero procuraban que sus hijos acudieran a catequesis. «A los doce años dejé la parroquia; la misa la veía como un teatrillo», explica al periodista Jesús García en su reciente libro de testimonios «¿Qué hace una chica como tú en un sitio como éste?».

Joven y desapegada de la Iglesia, Leticia se volcó en el deporte. «Mi corazón buscaba el éxito. Sentía dentro de mí algo muy grande que dar, y la Iglesia me cortaba las alas». Descubrió la esgrima, y ese deporte le dio sus mayores éxitos, pero tras ellos sentía grandes vacíos. Fue tres veces campeona de España y llegó a ser seleccionada para los Juegos Olímpicos. «Fueron años de mucha satisfacción momentánea. Llegaba al hotel después de ganar y me sentía vacía. La gente me hacía creer que yo era Dios, y no lo era», relata. Por ese tiempo Leticia decidió unirse a una pandilla de rockabillys. «Vestíamos de cuero, tachuelas en la cazadora y cinturones con hebilla». Era una vida de peleas, drogas y alcohol, que no la llenaba.

Entonces una amiga le habló de una visita que había hecho a unas monjas de clausura, de cómo le había sorprendido la felicidad de sus rostros. Y Leticia visitó el convento para comprobarlo. «Eran felices sin tener nada, cuando yo no lo era teniéndolo todo». Poco después, bailando en una discoteca, comenzó a sentirse indispuesta, salió a la calle y encontró una iglesia. Entró en ella. «Fue la primera vez que experimenté que allí dentro, en una iglesia, existía algo, y era algo bueno, que me daba paz». Leticia pensó que debía dejar aquella vida y volver a la Iglesia. «En medio de todo eso se me cruzó Dios y ya nada se podía comparar. Dejé la esgrima por unos brazos amorosos que te acogen».

El éxito de Leticia crecía y le propusieron acudir a los Juegos Olímpicos de Atlanta, pero ella ya había decidido dejarlo todo. Conoció a unos jóvenes del Camino Neocatecumenal y entró en una comunidad. Pasado un tiempo, sintió que debía hacer una experiencia con las dominicas de Lerma. «Allí sentí que un amor absoluto me llenaba. Me encontré con una Persona que me quería como era, me encontré con Dios».

El 8 de septiembre de 1995 la exitosa esgrimista entró en el convento de las dominicas de Lerma. Hoy tiene treinta y tres años y es la maestra de novicias del convento. Conserva todas sus espadas y alguna vez les hace una demostración de esgrima a las chicas nuevas del convento.

MORRICONE PREPARA UN MUSICAL SOBRE LA VIDA DE JUAN PABLO II


LA GACETA

La figura de Juan Pablo II sigue generando admiración en todo el mundo. Es por eso que los homenajes a su figura se suceden, ya sea en forma de películas –la última, en 3D, titulada Gigante, se presentó hace hace apenas cinco meses– o, como en el caso que nos ocupa, a través de las artes escénicas. Y es que el célebre compositor Ennio Morricone prepara un musical sobre la vida del carismático pontífice, beatificado en mayo de 2011 y considerado, ya desde su periodo en lo alto de la cúpula eclesiástica, un papa ejemplar, abnegado en su lucha contra el comunismo y el horror nazi y entregado al fomento del catolicismo en todos los estratos sociales, logrando un éxito inconmensurable entre los jóvenes, aún hoy entusiastas de su mensaje.

El musical se acercará a la vida de un papa que hizo grandes avances en la defensa de la vida y de la dignidad del hombre (y de esa dignidad desde el momento de la concepción, algo que algunos ya cuestionaban durante su pontificado); un defensor, en definitiva, de los valores cristianos y de la unidad como única arma frente al relativismo.

Uno de los principales impulsores del proyecto es alguien que lo conoció muy de cerca, el que fuera su secretario personal durante 40 años, Estanislao Dziwisz, hoy arzobispo de Cracovia. Según informa Religión Confidencial, el prelado estaría siguiendo de cerca, junto al artista italiano, la composición de la música, interviniendo incluso a la hora de facilitar datos para un mayor maridaje entre la música y la apasionante vida de Wojtyla, una persona entregada, desde muy joven, a Dios y al cultivo de su intelecto.

El estreno del musical será en 2013 en Cracovia, aunque la dimensión que se quiere dar al proyecto es eminentemente internacional.

SANTA ROSA DE LIMA

Rosa de Lima puso en su vida espiritual tres puntos esenciales, que son válidos como programas para la Iglesia de hoy así como lo fueron en su tiempo.

1. Como primer punto está la oración, entendida no como recitación de fórmulas, sino como un dirigirse interiormente al Señor, como estar en su luz, como dejarse incendiar por su fuego santo.

2. Los otros dos puntos esenciales provienen de aquí espontáneamente: puesto que ella ama a Cristo, el despreciado, el doliente, Aquel que por nosotros se ha hecho pobre, ella también ama a todos los pobres que llegaron a ser sus hermanos más cercanos. El amor preferencial por los pobres no es un descubrimiento de nuestro siglo – al máximo es un redescubrimiento, puesto que esta jerarquía del amor era bien clara para todos los grandes santos. Era clarísima sobre todo para Rosa de Lima, cuya mística del sufrimiento con todos los pobres y los que sufren, que brota de la solidaridad con el Cristo doliente.

3. De aquí deriva también su tercer punto esencial: la misión. A través de sus palabras y de sus reflexiones aparece una perspectiva universalista. Ella deseaba poder ir, libre de las ataduras y de los límites que comporta nuestra corporeidad, a través de las calles de todo el mundo y conducir los hombres hacia el Salvador doliente. Rosa se expresaba de esta manera: "¡Escucharme, pueblos! ¡Escucharme, naciones! Por mandato de Cristo os exhorto". Ahora ella está libre de vínculo de un solo lugar; ahora ella va, como santa, por las calles de toda la tierra. Ahora ella vuelve a llamar con la autoridad de Cristo a todos nosotros, a la entera cristiandad, a vivir con radicalidad a partir del centro, de la más profunda comunión con Jesús, porque sólo así y de ningún otro modo el mundo puede ser salvado. "¡Escuchadme, pueblos! ¡Escuchadme, naciones! ¡Por mandato de Cristo os exhorto!" Así nos habla ella hoy. Esta mujer es, por así decirlo, una personificación de la Iglesia latinoamericana: inmersa en el sufrimiento, sin grandes medios exteriores y sin poder, pero aferrada por el fervor de la cercanía de Jesucristo.

Agradezcamos al Señor por habernos dado esta mujer, Démosle gracias por el coraje de su fe, que ÉL ha vuelto a despertar aquí en América Latina. Pidámosle que su presencia sea cada vez más fuerte y que su perfume se extienda desde aquí a todo el mundo.

(Homilía del Card. Joseph Ratzinger en el Santuario de Santa Rosa, 1986, Lima)

miércoles, 22 de agosto de 2012

LA BARBIE CON PULSERA ROJA

La muñeca Barbie siempre ha sido el emblema de la mujer bella por fuera y vacía por dentro. Ha sido objeto de tantas críticas porque precisamente lo que representaba no era lo más idóneo para acompañar en su crecimiento a la niña en se iba haciendo mujer. Es verdad que han intentado cambiarle la imagen: no sólo era la mujer que siempre estaba preocupada por estar bella para su Ken, sino que a lo largo de los años le asignaron distintos oficios laborales. Y así han aparecido la Barbie policía, enfermera-médica, la deportista, la astronauta, la embajadora por la paz, la exploradora…

También la Barbie ha luchado contra el racismo asumiendo todas las razas de los países donde se ponía a la venta. Además desde 1997 ha tenido una amiga parapléjica –otra muñeca rubia-. Es decir, Barbie, intentando quitarse de encima la etiqueta de “superficial”, ha querido ser siempre políticamente correcta para no perder mercado.

Ahora ha dado otra vuelta de tuerca: ha nacido la Barbie calva, podíamos llamar la “Barbie con pulsera roja” para niñas que en los hospitales están viviendo el calvario de un tumor. Esta Barbie no estará a la venta. Será repartida directamente en los hospitales que tratan niños enfermos en los EEUU y Canadá.

Lo superficial empieza a adquirir un poco más de profundidad, pero la imagen sigue siendo la imagen.

LA JOVEN IGLESIA DE MONGOLIA HA CUMPLIDO VEINTE AÑOS

El pasado 10 de julio, la Iglesia católica en Mongolia festejó oficialmente sus veinte años de existencia. Con este motivo, el prefecto apostólico, monseñor Wenceslao Padilla, dirigió a su fieles una carta pastoral titulada “Celebrar los veinte años de la presencia católica en Mongolia”. Hace un balance contrastado donde se mezclan la alegría del crecimiento de la comunidad católica y la inquietud por el futuro, nublado por la muy rápida evolución de la sociedad mongola.

La Iglesia de Mongolia –informa la agencia Eglises d'Asie- ha dedicado todo el año a la preparación de este aniversario, que ha dado paso a varias celebraciones (como la fiesta de la Juventud mongola el pasado sábado) y cuyas festividades culminaron los días 10 y 11 de julio, fecha de la llegada en 1992 de los primeros misioneros filipinos de la Congregación del Corazón Inmaculado de María (CICM), y el futuro prefecto apostólico monseñor Padilla. En la época, la joven nación mongola, liberada del yugo comunista, acababa de restablecer relaciones diplomáticas con la Santa Sede.

En su carta pastoral, monseñor Padilla recuerda el difícil nacimiento de la pequeña comunidad católica creada ex nihilo por su congregación. “El 10 de julio de 1992, una Iglesia nació en las estepas de Asia central, en el mismo momento en que tres misioneros CICM pusieron el pie en suelo mongol”, escribe a sus fieles, alegrándose hoy del crecimiento excepcional de una comunidad “constituida en el origen por cero católicos, para contar ahora con más de 835 hermanos y hermanas en la fe mongoles, sin contar a todos aquellos que se preparan al bautismo”.

Con la llegada de los misioneros se instituyó una primera misión sui iuris, la cual fue elevada el 8 de julio de 2002 al rango de prefectura apostólica, siendo monseñor Padilla nombrado al frente. Es pues un doble aniversario el que se celebra en julio de 2012; los diez años de la prefectura apostólica de Ulan-Bator fueron conmemorados con una misa solemne el domingo 8 de julio último en la catedral de San Pedro y San Pablo, en presencia de diferentes autoridades civiles y religiosas. Entre estos últimos, se encontraba monseñor Savio Hon Tai-fai, secretario de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, y monseñor Lazare You Heung-sik, obispo de Daejeon, en Corea del Sur, una diócesis muy implicada en la evangelización de Mongolia.

Hoy, informa monseñor Padilla, 81 misioneros de 22 nacionalidades trabajan en el país; los dos primeros seminaristas autóctonos están formándose en el seminario de Daejeon, mientras que jóvenes católicos siguen los cursos de la universidad de San Luis de Baguio City, en Filipinas, dirigido por los CICM.

La prefectura apostólica de Mongolia cuenta con cuatro parroquias: tres en la capital Ulan-Bator (Santa María, San Pedro y Pablo y Buen Pastor) y la cuarta en Darhan, segunda ciudad más importante del país (María Auxilio de los Cristianos, creada en 2007). A estas comunidades, hay que añadir un número creciente de capillas y misiones de las que una será el próximo octubre la quinta parroquia de Mongolia, bajo el nombre de María Madre de la Misericordia.

En su mensaje a los fieles, el prefecto apostólico prosigue el balance de estos veinte años de misión: la Iglesia gestiona ahora varios centros de acogida para niños de la calle, jóvenes, personas ancianas, minusválidos, pero ha abierto también numerosas clínicas y centros médicos (un nuevo centro para los más pobres se abrirá este año en los suburbios de Ulan-Bator). La inversión de los misioneros ha sido también importante en el campo educativo, no teniendo Mongolia prácticamente ninguna estructura de este tipo tras la caída del régimen soviético. Los misioneros dirigen hoy un buen número de guarderías, escuelas primarias (de las que varias son para niños desheredados), bibliotecas, centros sociales e incluso algunas granjas comunitarias.

“Por invitación del gobierno la Iglesia ha venido a Mongolia, y esto por los servicios en el campo social y educativo que podía rendir”, recuerda el padre Kuafa Hervé, CICM, sacerdote en la catedral de San Pedro y San Pablo. De 34 años, el misionero informa que desde hace algún tiempo “el tono no es ya tan amistoso” entre la Iglesia y el Estado, explicando que el resurgir del chamanismo y una cierta desconfianza hacia Occidente, al que siempre se asocia el cristianismo, ha cambiado la actitud del gobierno y de una gran parte de la población mongola.

“Ya no se permite evangelizar fuera de los establecimientos de la Iglesia, los jóvenes de menos de 16 años deben tener autorización escrita de sus padres para el catecismo y los sacerdotes no pueden ya llevar signos distintivos en público”, informa el joven vicario que describe una “Iglesia bajo vigilancia”. Estos últimos años, algunos incidentes como la prohibición por las autoridades de celebrar el culto católico en ciertas religiones, han venido a confirmar la introducción de una cierta forma de censura, contrastando con la euforia de los inicios de la Iglesia en Mongolia.

Pero para monseñor Padilla, son sobre todo los cambios económicos la causa de la reciente transformación de la sociedad mongola: con el descubrimiento del potencial minero del país, la vida de la población se ha modificado profundamente. En su carta apostólica, el prelado dedica un amplio espacio a estas cuestiones que, en su opinión, “tendrán graves consecuencias para la Iglesia”.

Inquietándose por la inflación galopante camuflada por una aparente prosperidad, monseñor Padilla denuncia la inconsecuencia del gobierno que “distribuye” a cada habitante del país sumas de dinero y acciones de las sociedades mineras chinas. El Estado, dice, lejos de estimular la economía, permite así a las empresas menos cuidadosas sobre cuestiones de medio ambiente apoderarse de las riquezas naturales de Mongolia.

Además, prosigue, “todo esto se hace en detrimento de la Iglesia católica que, en tanto que organización sin fin de lucro, no se puede beneficiar de ningún beneficio local, ni de las eventuales repercusiones económicas prometidas a los habitantes. No depende sino de los fondos extranjeros para sobrevivir y continuar sus actividades al servicio de la población mongola. En estos últimos tiempos, la recesión económica y también la propaganda gubernamental sobre la nueva prosperidad de Mongolia han disuadido a nuestros donantes de versar tanto como los años precedentes. Con el aumento de los salarios, que ha llegado al 53% este año, es más que probable que los misioneros deban estrecharse el cinturón, licenciar a una gran parte de sus empleados y renunciar a algunos proyectos”.

Pero sea como sea, prosigue el prefecto apostólico, la Iglesia debe adaptarse a los cambios de una sociedad que se ha hecho más materialista y acompañar a la población que debe “pasar de la ruralidad y del nomadismo a la urbanización y la sedentariedad”. Nuestro papel sigue siendo el mismo, afirma a sus fieles: “Enseñar a acoger y a sostener a los más pobres” y “testimoniar el Evangelio y sus valores”.

Según las últimas estimaciones, los cristianos, de todas las confesiones, representan hoy en día un poco más del 2% de la población mongola, la cual sigue mayoritariamente las prácticas del budismo tibetano mezclado con creencias chamánicas, hoy en plena recuperación.