Había
también en el templo una mujer, Ana, que era muy anciana, y llevaba ochenta y
cuatro años viuda. No se apartaba del Templo día y noche, sirviendo a Dios con
ayunos y oraciones. Acercándose en aquel momento, también se encontró con el
Niño que lo llevaban sus padres. Ana empezó a dar gracias a Dios y hablaba del
Niño a todos los que esperaban la llegada del Mesías.
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