Paul O´Callaghan. Revista Palabra (de su artículo “El año de la fe: año de esperanza”)
Muchos no creen, creen poco y mal, y creen en cosas no dignas de fe. Decía Chesterton que quien no cree en Dios acaba creyendo en cualquier cosa. Quizá podemos decir que no debería ser tan difícil creer. Y esto es por tres razones.
Primero, porque creer, fiarse, es natural para las personas. Sin aceptar lo que los demás dicen, sin abrirse, no es posible vivir, ni pensar, ni amar. La razón humana funciona tan mal sin la fe como la digestión sin el alimento.
Segundo, porque la visión del mundo ofrecida por la fe cristiana es extraordinariamente rica, bella y gozosa. Explica no sólo cómo son y cómo funcionan las cosas, sino por qué existen, qué sentido tienen, hacia dónde se dirigen.
Tercero, quizá principalmente, porque la fe es un don de Dios. Ciertamente requiere humildad, un corazón bueno y confiado; pero no es un fruto del esfuerzo humano, porque lo genera Dios en el corazón del hombre que se abre a la revelación de su amor.
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