“No se pueden poner puertas al campo” dice el adagio popular, o lo que es lo mismo “Lo que no puede ser, no puede ser, y además es imposible”, aseguró, hace bastantes años, el popular torero Guerra.
Por mucho que pretendan unos pocos, llámense Comités olímpicos o Federaciones deportivas, es imposible reprimir o prohibir gestos, expresiones o manifestaciones de lo que es algo connatural en el hombre: dar gracias, pedir ayuda, ofrecer un sacrificio a Alguien, llámesele Ser Supremo, o Creador, o Dios, o Alá.
Ahí tenemos al triple campeón de 100, 200 y 4x100 metros, el jamaicano Usain Bolt, santiguándose, antes de comenzar las pruebas atléticas, y al mismo tiempo con los índices apuntando al cielo. “Yo soy una leyenda” declaró tras la victoria de los 200 m. Y efectivamente lo es, además, por su simpatía y sencillez, uno de los más queridos por el pueblo llano.
Uno de los gestos más emotivos fue el de la etíope Mesara Defar vencedora de los 5.000 m Lloró como una Magdalena al acabar (mientras mostraba la imagen de la Virgen María que había llevado en su pecho) y volvió a hacerlo en el podio.
Podríamos continuar relatando más manifestaciones de religiosidad, como por ejemplo la de uno de los grandes triunfadores en la Olimpiada, el keniata David Rudisha, rompiendo el récord de 1,41 en los 800m., que llevaba un crucifijo. También el gesto del entrenador mexicano de fútbol. Al terminar, daba gracias al cielo por la victoria sobre Brasil .
Que no se pueden poner “puertas al campo”. Lo mismo habría que decir de los que no han estado en los primeros puestos. ¿Han fracasado? Pues no. Como afirma el psiquiatra Enrique Rojas: “la derrota te enseña a seguir luchando y a no creerte nada. No hay quien pueda con alguien que ha superado derrotas importantes”.
En definitiva, lo que es natural a la persona, no lo puede silenciar ninguna ideología.
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