La muñeca Barbie siempre ha sido el emblema de la mujer bella por fuera y vacía por dentro. Ha sido objeto de tantas críticas porque precisamente lo que representaba no era lo más idóneo para acompañar en su crecimiento a la niña en se iba haciendo mujer. Es verdad que han intentado cambiarle la imagen: no sólo era la mujer que siempre estaba preocupada por estar bella para su Ken, sino que a lo largo de los años le asignaron distintos oficios laborales. Y así han aparecido la Barbie policía, enfermera-médica, la deportista, la astronauta, la embajadora por la paz, la exploradora…
También la Barbie ha luchado contra el racismo asumiendo todas las razas de los países donde se ponía a la venta. Además desde 1997 ha tenido una amiga parapléjica –otra muñeca rubia-. Es decir, Barbie, intentando quitarse de encima la etiqueta de “superficial”, ha querido ser siempre políticamente correcta para no perder mercado.
Ahora ha dado otra vuelta de tuerca: ha nacido la Barbie calva, podíamos llamar la “Barbie con pulsera roja” para niñas que en los hospitales están viviendo el calvario de un tumor. Esta Barbie no estará a la venta. Será repartida directamente en los hospitales que tratan niños enfermos en los EEUU y Canadá.
Lo superficial empieza a adquirir un poco más de profundidad, pero la imagen sigue siendo la imagen.
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