“Nunca muere el lucero de la madrugada ni el sol lo ahoga. Sólo ocurre que cambia de cielo”. Así escribió el beato Lolo, periodista, en su diario el 5 de septiembre de 1965. Y 12 años antes de su muerte, el mismo día 3 de noviembre, entonces de 1959, decía: «Hoy el día sabe a andén de ferrocarril, cuando llega el tren y se baja el amigo a quien hace mucho tiempo no veíamos. Ya Tú estás aquí, sentado junto a mi sillón, y yo te echo el brazo efusivamente por los hombros, mientras, en la hondura, siento tus manos que me palmean anchamente el corazón como a unas espaldas»
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