Ha sido presentado en Roma el nuevo libro del vaticanista Fabio Zavattaro: La valigia di Papa Wojtyla (La maleta del papa Wojtyla), el martes 15 de noviembre, en el palacio del Vicariato Maffei Marescotti.
El 14 de octubre de 1978, el entonces Karol Wojtyla peregrinó al santuario de la Mentorella, en el Lacio, para después detenerse en una posada de la zona. Una vez en marcha, se le estropeó el coche y se quedó bloqueado en la carretera. Así que hizo autoestop hasta que un conductor de una línea de pasajeros, Candido Nardi, lo dejó subir al autobús cerca de Guadagnolo, un pueblo a 50 kilómetros de Roma. Ya que, el que le parecía un simple sacerdote, le había dicho que tenía que llegar al Vaticano antes de la 13,30 (en el momento en que el Cónclave se cerraba, y el que no llegaba a tiempo se quedaba irremediablemente fuera), se vio obligado a saltarse todas las paradas hasta Palestrina, donde consiguió conectar con el autobús que iba directamente a la capital. Un milagro hizo que Wojtyla llegase a tiempo a la Capilla Sixtina de donde salió, dos días después, con las vestiduras papales, gracias a la inspiración del Espíritu Santo, a los votos de los cardenales y a la ayuda providencial de un conductor de autobús público que participó inconscientemente de la génesis de un pontificado.
Esta anécdota, que hoy es legendaria, y otras muchas historias son las perlas que enriquecen el nuevo libro del vaticanista Fabio Zavattaro: La valigia di Papa Wojtyla. Una especie de “diario de a bordo” donde el autor que, desde 1983, siguió como enviado los numerosos viajes del Papa en Italia y al extranjero, entrelaza relatos, episodios inéditos, curiosidades, personas y lugares para hacer emerger un perfil hasta ahora desconocido, casi irónico de Juan Pablo II.
Encontramos, hojeando las páginas del libro, muchos asuntos que no siempre han tenido el honor de ser registrados en una crónica, pero que han acompañado la preparación de los 104 viajes internacionales de aquél Papa: desde Jerusalén hasta la Cuba de Fidel Castro, pasando por los indios del norte de Canadá, los sacerdote perseguidos por el régimen en Ucrania y su amada tierra natal, Polonia.
Un libro-testimonio que muestra, no sólo la figura del Pontífice, sino también la del hombre que fue Juan Pablo II. Un hombre que se conmovió en el avión viendo al pueblo mexicano saludarlo con los espejos reflejando el sol y, que en su primer viaje a México, pasó más de una hora hablando con los periodistas a diez mil metros de altitud, como recordó durante el encuentro Valentina Alazraki, corresponsal mexicana, que siguió también al Papa en innumerables peregrinaciones.
“Juan Pablo II es la encarnación viviente de las palabras del Evangelio: ´Id y anunciad a Cristo hasta los confines más lejanos de la Tierra”, declaró, durante la presentación del libro, monseñor Liberio Andreatta, vicepresidente de la Opera Romana Pellegrinaggi, de la que el Palacio del Vicariato es la sede. “El Papa Wojtyla ha sido el más grande operador turístico de finales del milenio. Ha llevado a Cristo al mundo y al mundo a Cristo”, añadió monseñor Andreatta.
La maleta, por tanto, siempre preparada de un Papa que ha hecho de las peregrinaciones el punto central de su magisterio. Una maleta llena no sólo de lo necesario para partir, sino también de recuerdos, de palabras, de intenciones y de pequeños detalles como el chiste que se contaba en el Vaticano en la época de su Pontificado: “¿Cuál es la diferencia entre Dios y el papa? Que Dios está en todas partes y el papa ¡ya ha estado!”
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