viernes, 13 de noviembre de 2009

EL CONTRASTE


Se dice que todos los padres quieren lo mejor para sus hijos.

¿Qué harías si supieras que desde el Consejo de la Juventud de tu comunidad autónoma se invierten 14.000 € en un taller que, entre otros temas, tratará del uso de juguetes eróticos, la masturbación, el placer?

¿Y si los destinatarios fueran menores de edad, entre 14 y 17 años?

¿Y si, además, los “educadores” sexuales fueran los propietarios de un “sex shop”?

¿Harías algo o te quedarías de brazos cruzados dejando a tus hijos a merced de los “neuróticos del sexo”?

El Sindicato Colectivo de Funcionarios Públicos “Manos Limpias” presentó el pasado jueves una denuncia, dirigida al Fiscal Jefe del Tribunal Superior de Justicia de Extremadura, contra los responsables de esta campaña denominada “El placer está en tus manos”. Según la denuncia, los delitos serían contra la integridad moral (provocación sexual y corrupción de menores) y de intruismo. Por lo menos tenemos alguien que reacciona poniendo los medios para detener esta locura.

De este laicismo que arranca crucifijos pero se obsesiona por el sexo; que cuida de nuestra salud limitándonos el tabaco, pero facilitando el aborto a menores de edad; que fomenta en el adolescente la ambigüedad de identidad sexual, el placer con cualquiera “si consiente”, y después llora desconsolado los crímenes sexuales que se cometen en nuestro país; de este laicismo ¿qué modelo de joven va a surgir?. Un joven encerrado en sí mismo, narcisista, que busca una satisfacción placentera momentánea, fruto no de una donación generosa y sacrificada por un ideal noble, sino de un vicio solitario y un compartir con otros egoísmos mutuos. Un joven incapaz del compromiso “para siempre”, de amar con un verdadero amor humano. Estará tan pendiente de su autocomplacencia y autosatisfacción que no se podrá dar a los demás y, como consecuencia, no experimentará la auténtica felicidad.

Qué diferencia entre este programa de vida laicista y aquel que Juan Pablo II proponía a la juventud española en el Estadio Santiago Bernabeu aquella tarde del 3 de noviembre de 1982. Yo estaba allí, y éramos miles, y todos vibramos con la fuerza de sus palabras. El Papa nos elevó hasta las alturas con sus exigencias, sabiendo que los jóvenes han nacido para lo grande y lo noble, y no para chapotear en los vómitos del vicio y de la podredumbre.

Se quedaron grabadas en mi alma aquellos “cuandos” que el Papa nos gritó y con los que podíamos cambiar y, con nosotros, el mundo:
“ Vosotros, jóvenes españoles, vencéis el mal con el bien
CUANDO cada vez que, por amor y a ejemplo de Cristo, os libráis de la esclavitud de quienes miran a tener más y no a ser más.
CUANDO sabéis ser dignamente sencillos en un mundo que paga cualquier precio al poder;
CUANDO sois limpios de corazón entre quien juzga sólo en términos de sexo, de apariencia o hipocresía;
CUANDO construís la paz, en un mundo de violencia y de guerra;
CUANDO lucháis por la justicia ante la explotación del hombre por el hombre o de una nación por la otra;
CUANDO con la misericordia generosa no buscáis la venganza, sino que llegáis a amar al enemigo;
CUANDO en medio del dolor y las dificultades, no perdéis la esperanza y la constancia en el bien, apoyados en el consuelo y ejemplo de Cristo y en el amor al hombre hermano.
Entonces os convertís en transformadores eficaces y radicales del mundo y en constructores de la nueva civilización del amor, de la verdad, de la justicia, que Cristo trae como mensaje”.

Uno contempla este proyecto y lo compara con el programa laicista de “El placer en tus manos” y, ¡qué contraste!.

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