Él dijo sí a la propuesta de seguir a Jesús, de manera inmediata y decidida, sin límites ni condiciones. De este modo, inició un camino que, desde aquel momento en que se dio cuenta en el Monasterio de que "no sabía rezar", le llevó en pocos años a las cumbres de la vida espiritual, que él relata con gran llaneza y naturalidad en numerosos escritos.
El hermano Rafael, aún cercano a nosotros, nos sigue ofreciendo con su ejemplo y sus obras un recorrido atractivo, especialmente para los jóvenes que no se conforman con poco, sino que aspiran a la plena verdad, a la más indecible alegría, que se alcanzan por el amor de Dios. "Vida de amor... He aquí la única razón de vivir", dice el nuevo Santo. E insiste: "Del amor de Dios sale todo".
Que el Señor escuche benigno una de las últimas plegarias de San Rafael Arnáiz, cuando le entregaba toda su vida, suplicando: "Tómame a mí y date Tú al mundo". Que se dé para reanimar la vida interior de los cristianos de hoy. Que se dé para que sus Hermanos de la Trapa y los centros monásticos sigan siendo ese faro que hace descubrir el íntimo anhelo de Dios que Él ha puesto en cada corazón humano.
(Benedicto XVI, de la homilía de la canonización, 11.10.2009)
Acabamos de regresar de Roma, adonde hemos ido en peregrinación para celebrar con el Papa la canonización del Hno. Rafael. Uno de los peregrinos ha podido hablar con una mujer que recibió el regalo de un milagro por la intercesión del nuevo santo trapense. Si visteis por televisión la misa, habréis comprobado que la plaza de San Pedro estaba llena de gente, que llegaba a ocupar la plaza de Pío XII (según me contaron algunos). Lástima que la celebración eucarística se hiciera dentro de la basílica, a pesar de que esa mañana el Señor nos regaló un hermoso y soleado día (dos horas a la intemperie dan para un buen bronceado).
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