Iñaki Zaragueta. La Razón, 24.05.2010
Miles y miles de sacerdotes entregan su vida a los demás con trabajos que el resto de los humanos no nos atrevemos. Sin embargo, el mundo, especialmente los medios de comunicación, trasladan la injusta impresión de que la pederastia y los abusos constituyen conducta común de los religiosos. Así lo expresa, como un lamento, el cura Martín Lasarte, uruguayo salesiano, que ejerce su apostolado en Angola. Se queja con toda razón de que nadie se ocupa, por ejemplo, de que él mismo haya tenido que transportar por caminos minados a muchos niños desnutridos desde Cangumbe a Lwena, pues ni el Gobierno lo hacía y las ONG no estaban autorizadas. Asume el dolor por el mal que ocasionan quienes, en lugar de ser señales del amor de Dios, sean un puñal en la vida de inocentes. «No hay palabras que justifiquen tales repugnantes actos, pero veo en muchos medios la ampliación del tema en forma morbosa, investigando en detalles la vida de algún sacerdote pedófilo». A la vez subraya la poca noticia y desinterés de todos esos medios por los miles y miles de sacerdotes que se consumen por millones de niños, por los más desfavorecidos en los cuatro ángulos del mundo. «No tiene reflejo mediático que le hayamos salvado la vida a miles de personas en Moxico mediante el único puesto médico en 90.000 km2, que hayamos educado a más de 110.000 niños. No es noticia que un sacerdote de 75 años, el Padre Roberto, recorra por las noches la ciudad de Luanda curando a los chicos de la calle y llevándolos a una casa de acogida para que se desintoxiquen de la gasolina». Y tiene razón.
Creo que los curas delincuentes deben someterse a la justicia. También todos deberíamos ser justos con el gran servicio que la mayoría de los religiosos prestan a la sociedad. Así es la vida.
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