Evangelio: Lc 11,
1-13
Jesus estaba haciendo
oración en cierto lugar. Y cuando terminó, le dijo uno de sus discípulos:
—Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus
discípulos.
Él les respondió:
—Cuando oréis, decid:
Padre, santificado sea tu Nombre,
venga tu Reino;
sigue dándonos cada día nuestro pan cotidiano;
y perdónanos nuestros pecados,
puesto que también nosotros perdonamos
a todo el que nos debe;
y no nos pongas en tentación.
Y les dijo:
—¿Quién de vosotros que tenga un amigo y acuda a él a
media noche y le diga: «Amigo, préstame tres panes, porque un amigo mío me ha
llegado de viaje y no tengo qué ofrecerle», le responderá desde dentro: «No me
molestes, ya está cerrada la puerta; los míos y yo estamos acostados; no puedo
levantarme a dártelos»? Os digo que, si no se levanta a dárselos por ser su
amigo, al menos por su impertinencia se levantará para darle cuanto necesite.
»Así pues, yo os digo: pedid y se os dará; buscad y encontraréis; llamad y se os
abrirá; porque todo el que pide, recibe; y el que busca, encuentra; y al que
llama, se le abrirá.
»¿Qué
padre de entre vosotros, si un hijo suyo le pide un pez, en lugar de un pez le
da una serpiente? ¿O si le pide un huevo, le da un escorpión? Pues si vosotros,
siendo malos, sabéis dar a vuestros hijos cosas buenas, ¿cuánto más el Padre
del cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?
1. “Aprender a rezar quiere decir
“aprender quién es el Padre” (…). Aprender quién es el Padre quiere decir
aprender lo que es la confianza absoluta. Aprender quién es el Padre quiere
decir adquirir la certeza de que Él no podrá absolutamente rechazar nada. Él no
te rechaza ni siquiera cuando todo, material y psicológicamente, parece indicar
el rechazo. Él no te rechaza jamás” (JUAN PABLO II, Homilía 27.07.1980)
2. “San Lucas nos transmite el Padre Nuestro en una forma
más breve respecto a la del Evangelio de san Mateo, que ha entrado en el uso
común. Estamos ante las primeras palabras de la Sagrada Escritura que
aprendemos desde niños. Se imprimen en la memoria, plasman nuestra vida, nos
acompañan hasta el último aliento. Desvelan que no somos plenamente hijos de
Dios, sino que hemos de llegar a serlo más y más mediante nuestra comunión cada
vez más profunda con Cristo. Ser hijos equivale a seguir a Jesús” (BENEDICTO
XVI, Angelus 25.07.2010)
3. “¿A quién rezo? ¿Al Dios omnipotente?
Está demasiado lejos. Esto no lo siento, ni siquiera Jesús lo sentía. ¿A quién
rezo? ¿Al Dios Cósmico? Muy común en estos días ¿no?... rezar al Dios cósmico,
¿no?. Esta modalidad que llega con esta cultura light… ¡Reza al Padre! Es una
palabra fuerte ‘Padre’. Debes rezar al que te ha creado, el que te ha dado la
vida a ti. No a todos: a todos es demasiado anónimo. A ti. A mí. Y es también
el que te acompaña en tu camino: conoce toda tu vida. Todo, lo que es bueno y
lo que no es tan bueno. Conoce todo. Si no comenzamos la oración con esta
palabra, no dicha con los labios, sino con el corazón, no podemos rezar en
cristiano”. (PAPA FRANCISCO, Homilia 26.06.2013)
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