1.En el Evangelio de este domingo, la enseñanza de
Jesús se refiere precisamente a la
verdadera sabiduría y está introducida por la petición de uno entre la
multitud: «Maestro, di a mi hermano que reparta conmigo la
herencia» ( Lc 12, 13). Jesús, respondiendo,
pone en guardia a quienes le oyen sobre la avidez de los bienes terrenos con la parábola del rico necio,
quien, habiendo acumulado para él una abundante cosecha, deja de trabajar, consume
sus bienes divirtiéndose y se hace la ilusión
hasta de poder alejar la muerte. Pero Dios le dijo: “Necio! Esta misma noche te reclamarán el alma; las cosas que
preparaste, para quién serán?” ( Lc 12,
20). El hombre necio, en la Biblia, es aquel que no quiere darse cuenta, desde la experiencia de las cosas visibles, de
que nada dura para siempre, sino que todo
pasa: la juventud y la fuerza física, las comodidades y los cargos de poder.
Hacer que la propia vida dependa de realidades tan
pasajeras es, por lo tanto, necedad. El
hombre que confía en el Señor, en cambio, no teme las adversidades de la vida, ni siquiera la realidad ineludible
de la muerte: es el hombre que ha adquirido
«un corazón sabio», como los santos. (BENEDICTO
XVI, Angelus 01.08.2010)
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