lunes, 5 de julio de 2010

DONDE HAYA ODIO, LLEVE YO AMOR


Muchos quieren recordar el pasado para generar rencor. Pero ha surgido una iniciativa que intenta contrarrestar tanto odio con una siembra luminosa de perdón y amor.

Alfonso Ussía, desde su columna de La Razón, nos regala hoy una carta de Nicolás Lupiañez del Castillo, de veinticuatro años, que había cursado la carrera de Derecho y que fue asesinado el 4 de agosto de 1936 en el cementerio de Albuñol. Es el testimonio de un joven que perdonó sin límites.

«Cárcel de Abuñol. 1º de agosto de 1936. Queridos padres, hermanos, sobrinos y amigos: Llega ésta a vuestras manos cuando ya no existo, y quiero que sea una última vez la que de mí tengáis noticias, y con ellas, el consuelo de saber mis últimos instantes. Llegan hasta mí, desde que aquí entré, noticias de la suerte que me está reservada, y ello me decide a poner estas líneas. No sé si moriré después de juzgado por un tribunal, o si a manos de una muchedumbre o de un grupo de osados. En cualquier caso sabed que doy gracias a Dios por haberme dado una muerte tan cruenta después del martirio de una prisión, esperando a cada instante perecer. Muero arrepentido de mis pecados, perdonando a todos y gozoso de comparecer ante el tribunal de Dios, Justo, pero misericordioso e infalible. El día que destrozaron las imágenes aquí, poco faltó para que asaltaran la cárcel y ejecutaran la pena –la capital–, que el Gobierno acaba de restablecer. Queda mi fe en Dios. Gracias por habérmela inculcado y gracias, Dios Mío, por no haberla perdido. No venguéis mi muerte, perdonad como yo perdono y confiad en Dios. Si veis días más felices o menos tristes, no me olvidéis en vuestra alegría. Rezad por mí. Perdonad y ser dignos del martirio. Perdonadme todos. ¡Viva España! ¡Viva Cristo Rey! Os abrazo a todos. Nicolás».

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