lunes, 5 de julio de 2010

LA IGLESIA DEFIENDE LA VIDA HUMANA, AUNQUE SE QUEDE SOLA

Hoy entra en vigor la nueva Ley del Aborto. Ley más permisiva que la anterior pues el aborto aparece como un derecho, se puede abortar hasta la semana 14 de gestación, y lo podrán solicitar las menores de edad sin el permiso de sus padres.

Los motivos de la defensa de la vida no son principalmente religiosos, sino científicos: el cigoto que se forma de la unión del óvulo y el espermatozoide ya pertenece a la especie humana, ya es un ser humano. Por este motivo defender la vida no es monopolio de ningún credo religioso. Cualquier persona abierta a la verdad y consciente de la dignidad de cada ser humano lo hace. Pero también es cierto que la Iglesia está siempre a la cabeza de esta causa, apareciendo frecuentemente como la única “institución” a nivel internacional que se implica en ello de un modo incondicional y con claridad absoluta.


Para la Iglesia la vida humana tiene un carácter sagrado: el ser humano ha sido creado a imagen y semejanza de Dios. Por cada ser humano, Cristo ha derramado su sangre. Somos muy valiosos para Dios porque le hemos costado la vida de su Hijo Amado.

Esta soledad de la Iglesia en el tema de la defensa del “nasciturus” me ha recordado un texto que el científico judío Albert Einstein publicó en Time Magazine, en diciembre de 1940, sobre la soledad de la Iglesia en la denuncia de la barbarie nazi:


“Por ser amante de la libertad, cuando tuvo lugar la revolución en Alemania (subida de Hitler al poder), miré con confianza hacia las universidades, sabiendo que siempre se habían enorgullecido de su devoción a la causa de la verdad. Pero las universidades permanecieron en silencio. Entonces miré a los grandes editores de periódicos que en ardientes editoriales proclamaban su amor por la libertad. Pero también ellos, como las universidades, se redujeron al silencio, sofocados en el curso de pocas semanas. Solamente la Iglesia se opuso plenamente a la campaña de Hitler que pretendía suprimir la verdad. Nunca había tenido un interés especial por la Iglesia, pero ahora siento por ella un gran amor y admiración, porque solamente la Iglesia tuvo el coraje y la perseverancia de defender la libertad intelectual y la libertad moral. Debo confesar que aquello que antes había despreciado, ahora lo admiro incondicionalmente”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario