APUNTES DE UN PEREGRINO
Acabo de llegar de Madrid. He asistido como coordinador (ya no soy tan joven) de un grupo de estudiantes de la enseñanza pública. Me lo pidieron, ya que he participado en jornadas mundiales anteriores. Pasó a transcribir algunos apuntes de mis impresiones y reflexiones.Primer apunte. Dicen que el actual papa no tiene el carisma del anterior. Sin embargo, sigue reuniendo multitudes. Y es que los peregrinos vamos a ver y a escuchar al sucesor de Pedro, no a Wojtyla o a Ratzinger. Nos mueve la fe, y no la atracción que nos pueda producir una personalidad concreta. Pensamos que, allí donde está Pedro, hay mucha gracia de Dios, y de hecho son muy numerosas las decisiones de entrega a los demás en los diversos caminos de vida consagrada o en medio del mundo.
Segundo apunte. La JMJ es un encuentro fundamentalmente espiritual. Uno de los momentos culminantes del acto de Cuatro Vientos fue la oración ante la Eucaristía, que como todo el mundo sabe, para un católico, es Jesucristo, el Hijo de Dios. Unos minutos antes, una lluvia huracanada nos hizo resguardar como pudimos bajo paraguas, plásticos improvisados. Pero llegó ese momento de esa oración intensa. La inmensa multitud se arrodilló y se produjo un silencio impenetrable. Delante de nosotros, había un grupo de guatemaltecos; detrás, un grupo de serbios con un sacerdote que les traducía. El aguacero amainó. Gente tan distinta, orando con la misma fe. Difícil de olvidar. El papa no busca un baño de multitudes ni hace política. Busca que nos encontremos con Cristo. Es nuestra mejor manera de servir a la sociedad, de darnos a los demás.
Tercer apunte. Universalidad de la Iglesia. El asistir a estas jornadas nos aleja de la tentación de empequeñecer el cristianismo. Católico significa universal. Estar muy por encima de pequeños problemas particulares de cada país, de culturas concretas con las que tiene que convivir. Qué distinto el catolicismo de mis abuelos con el de ese chico malayo con el que coincidí en el metro, y que lucía un prominente tatuaje. Distintos, sí, pero con la misma fe.
Cuarto apunte. La organización. Las JMJ fueron idea de Juan Pablo II. Al cabo de 20 ediciones han tomado una dimensión, digamos «planetaria». Se trata de un acontecimiento religioso, cultural y social de primer orden que ha tenido lugar en ciudades como Roma, Sídney, Denver, Colonia, Buenos Aires o Manila, y que no ha ido si no creciendo en número y en organización.En efecto, a los pocos días, todos mis amigos madrileños estaban «alucinados» por la inmensa marea de gente joven de todos los países, festiva, alegre y positiva, y con ganas de compartir su fe. Y, también, por qué no decirlo, un poco avergonzados del empeño de unos pocos radicales en reventar los actos. En ninguna de las ciudades citadas anteriormente hubo provocaciones de ese tipo. Y, por supuesto, todas se han volcado. Madrid no podía ser menos, si quiere algún día, por ejemplo, ser merecedora de otros acontecimientos de mayor calibre. Entre los miles y miles de jóvenes con los que me he cruzado, no he visto ni una mala cara, ni un mal gesto, y eso que hemos soportado 40 grados y una lluvia torrencial con aparato eléctrico incluido.
Quinto apunte. Los que utilizan la crisis económica o la hambruna que padece ahora el Cuerno de África para criticar el evento caen en la más barata demagogia. En primer lugar, porque, en 2008, cuando Madrid aceptó ser sede de la JMJ, las autoridades decían que no había crisis y que nos encontrábamos en la Champion League de la economía mundial. En segundo lugar, porque la referencia a Somalia se puede utilizar en cualquier evento. Puestos a ser demagogos: se podrían haber anulado las fiestas de Elche y la Nit de l'Albà y enviar ese dinero a Somalia; se podría haber cancelado la Supercopa de España, y ayudar así a la zona afectada. Podrían haberse ahorrado los millones de viajeros este verano sus vacaciones, y con ese dinero paliar la hambruna. En Madrid, la gente iba con lo puesto. No era un viaje precisamente de placer, y la meta para todos era la conversión personal para conseguir un mundo mejor.
La JMJ, en fin, ha sido una gran acontecimiento para los participantes y, pienso, una buena noticia para España y para Madrid, que aumenta su proyección como sede organizadora, ya que la logística de tan complicado acontecimiento ha sido resuelta de una manera notable. Los que hemos asistido, más que orgullo, tenemos responsabilidad de no defraudar la fe que profesamos y contribuir con los demás al progreso y a la justicia de la sociedad. Que Dios nos ayude en esta tarea.
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