Señor Jesucristo,
Hermano, Amigo y Redentor del hombre, mira con amor a los jóvenes aquí reunidos
y abre para ellos la fuente eterna de tu misericordia,
que mana de tu Corazón abierto en la cruz.
Dóciles a tu llamada,
han venido para estar contigo y adorarte.
Con ardiente plegaria los consagro a tu Corazón
para que, arraigados y edificados en ti,
sean siempre tuyos, en la vida y en la muerte.
Que jamás se aparten de ti!
Otórgales un corazón semejante al tuyo,
manso y humilde,
para que escuchen siempre tu voz y tus mandatos,
cumplan tu voluntad
y sean, en medio del mundo,
alabanza de tu gloria,
de modo que los hombres,
contemplando sus obras,
den gloria al Padre,
con quien vives, feliz para siempre,
en la unidad del Espíritu Santo
por los siglos de los siglos.
Amén.
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