jueves, 4 de febrero de 2010

LA FIGURA DEL SACERDOTE EN EL CINE


José M. García Pelegrín. Colaborador de CinemaNet

Para varias generaciones, la imagen del sacerdote católico en el cine estuvo marcada por «Don Camilo». El párroco al que dio vida el actor francés Fernandel (1903–1971) se enfrentó al alcalde comunista «Peppone» en cinco filmes, entre 1952 y 1965. Sin embargo, en las últimas cinco décadas no solo la sociedad, sino también su reflejo en la gran pantalla, ha experimentado profundos cambios. Aquí se tratarán filmes de la presente década -la primera del siglo XXI-, en los que desempeña un papel destacado un sacerdote.

La figura sacerdotal más impresionante que en los últimos años ha aparecido en la gran pantalla es, sin duda, el luxemburgués Henri Kremer, el protagonista de «El noveno día» (2004) de Volker Schlöndorff. El filme narra un hecho absolutamente fuera de lo común: el presbítero -que en realidad se llamaba Jean Bernard- pudo salir en febrero de 1942 del campo de concentración de Dachau; le dieron un permiso de diez días para asistir al entierro de su madre. Según recoge en sus recuerdos, la vida de los otros sacerdotes prisioneros en el campo dependía de su decisión de regresar voluntariamente tras esas vacaciones. La idea de que con ese permiso, la Gestapo buscaba «reeducarlo» para conseguir un éxito de propaganda -así suponía el sacerdote- proporciona la base para desarrollar el guión. El recurso que aplican los guionistas Eberhard Görner y Andreas Pflüger -hacer del jefe de la Gestapo en Luxemburgo un antiguo seminarista que, poco antes de la ordenación, dejó la religión católica para abrazar la ideología nazi- permite introducir el debate teológico que se encuentra en el centro del filme. Henri Kremer resiste a las sutiles tentaciones del nazi. Acerca de esto, el director Schlöndorff comentaba en una entrevista con el autor de estas líneas: «El film es la historia de una tentación; el sacerdote sabe desde un primer momento lo que es correcto y lo que no lo es; pero no sabe si tendrá las suficientes fuerzas».

Lógicamente se encuentran sacerdotes en el centro de filmes que tienen como argumento un exorcismo. Un caso sucedido a finales de los años setenta en Alemania, que despertó mucho interés en la opinión pública se convirtió en el año 2005 en el argumento de dos filmes que, dependiendo de la postura del director, ofrecían distintos resultados. En «Requiem (El exorcismo de Micaela)», el director alemán Hans Christian Schmid presentaba el caso de «Micaela Klingler» de un modo acorde con la afirmación de sus propias declaraciones: «un exorcismo no es un medio adecuado para ayudar a un enfermo psíquico»; por el contrario, la película americana «El exorcismo de Emily Rose» dejaba al espectador la posibilidad de extraer consecuencias por sí mismo: a diferencia del sacerdote en «Requiem», Tom Wilkinson representa en «El exorcismo de Emily Rose» a Father Moore, autor del exorcismo, como una persona normal, con los pies en el suelo de la realidad. A diferencia de la estructura narrativa lineal del filme de Schmid, la película norteamericana muestra la trama principal en flashbacks, que se enmarcan en un caso judicial, cuyo acusado es Father Moore; de ese modo el director puede profundizar más en el carácter del sacerdote.

Frente a la representación llena de tópicos de un sacerdote pedófilo en «La mala educación» (2004) de Pedro Almodóvar, «La duda» (2008) -ambientada en 1964- trata de las consecuencias de la calumnia en un medio católico: el carismático y alegre Father Flynn es objeto de la sospecha de haber dedicado «una atención demasiado especial» a un alumno. «La duda» está basada en la obra de teatro de John Patrick Shanley -guionista también del filme-, por lo que demuestra especiales cualidades en los cuidados diálogos escénicos entre el sacerdote y la religiosa, directora del colegio.

Un sacerdote que nada tiene que envidiar a Don Camilo en pillería procede asimismo de Italia: En «Comprométete» («Casomai», 2002) de Alessandro D’Alatri, el joven y simpático Don Livio, recurre a una artimaña durante la boda para animar a los novios Stefania y Tommaso a conciliar con la familia las exigencias profesionales, impuestas por una sociedad cada vez más egoísta. Simpático, siempre dispuesto a ayudar y preocupado por la salud espiritual de sus feligreses: así es el jovencísimo Father Janovich en el último filme de Clint Eastwood «Gran Torino» (2008); el sacerdote desea llevar a cabo el último encargo de la esposa del protagonista Walt Kowalski, que este se acerque a la confesión. La simpática figura del juvenil, pero al mismo tiempo serio Janovich queda firmemente grabada en la memoria del espectador.

A pesar de alguna visión crítica aislada, la imagen del sacerdote católico en el cine del nuevo siglo es especialmente positiva. Joven las más de las veces, comprometido y preocupado por las personas que le han sido confiadas, el «sacerdote de cine» suele dejar una impresión duradera.

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