martes, 5 de junio de 2012

ENCUENTRO MUNDIAL DE LAS FAMILIAS EN MILÁN. EL MENSAJE DE BENEDICTO XVI EN 7 PUNTOS

1.- La familia, principal patrimonio de la humanidad
“La familia ha de ser redescubierta como patrimonio principal de la humanidad, coeficiente y signo de una verdadera y estable cultura a favor del hombre”.

2.- En la familia se experimenta por primera vez que la persona ha sido creada para vivir en relación con los demás
“Es en la familia donde se experimenta por primera vez que la persona humana no ha sido creada para vivir encerrada en sí misma, sino en relación con los demás; es en la familia donde se comprende que uno no se realiza a sí mismo colocándose en el centro, guiado por el egoísmo, sino dándose. Es en la familia donde comienza a encenderse en el corazón la luz de la paz, para que ilumine nuestro mundo”.

3.- A los esposos: el amor es la única fuerza que puede transformar el mundo
“Vuestra vocación no es fácil de vivir, especialmente hoy, pero el amor es una realidad maravillosa, es la única fuerza que puede verdaderamente transformar el mundo. Ante vosotros está el testimonio de tantas familias que señalan los caminos para crecer en el amor: mantener una relación constante con Dios y participar en la vida eclesial, cultivar el diálogo, respetar el punto de vista del otro, estar dispuestos a servir, tener paciencia con los defectos de los demás, saber perdonar y pedir perdón, superar con inteligencia y humildad los posibles conflictos, acordar las orientaciones educativas, estar abiertos a las demás familias, atentos con los pobres, responsables en la sociedad civil. Todos estos elementos construyen la familia. Vividlos con valentía, con la seguridad de que en la medida en que viváis el amor recíproco y hacia todos, con la ayuda de la gracia divina, os convertiréis en Evangelio vivo, una verdadera Iglesia doméstica”.

4.- A los jóvenes: tended a ideales altos, sed santos
“Os digo con fuerza: ¡Tended a ideales altos, (...) sed santos! ¿Es posible ser santos a vuestra edad? Ciertamente. (…) Lo demuestra el testimonio de tantos santos coetáneos vuestros, como Domenico Savio o María Goretti. La santidad es la vía normal del cristiano: no está reservada a pocos elegidos, sino abierta a todos. Naturalmente, con la luz y la fuerza del Espíritu Santo.(...) Y con la guía de nuestra Madre, (…) la Madre de Jesús, María. (…) Que la Virgen María custodie siempre la belleza de vuestro 'sí' a Jesús, su Hijo, el grande y fiel amigo de nuestra vida”.

5.- A los divorciados casados de nuevo: no están fuera de la Iglesia
Las parroquias y otras comunidades católicas “deben hacer realmente lo posible para que (estas personas) se sientan amadas, aceptadas, que no están 'fuera' a pesar de que no pueden recibir la absolución ni la Eucaristía. Deben ver que incluso así viven plenamente en la Iglesia. (…) Se participa en la Eucaristía si realmente se entra en comunión con el Cuerpo de Cristo. También sin la recepción del sacramento podemos estar espiritualmente unidos a Cristo. (…) Es importante que encuentren la posibilidad de vivir una vida de fe (…) y puedan ver que su sufrimiento es un don para la Iglesia porque sirven así a todos para defender la estabilidad del amor y del matrimonio; (…) es un sufrir en la comunidad de la Iglesia por los grandes valores de nuestra fe”.

6.- A las personas consagradas: “Mirad al futuro con confianza, contando con la fidelidad de Dios”
“Mirad al futuro con confianza, contando con la fidelidad de Dios y la potencia de su gracia, capaz de operar siempre nuevas maravillas”

7.- El Estado ha de reconocer la identidad propia de la familia fundada sobre el matrimonio
El Estado está llamado a “reconocer la identidad propia de la familia, fundada sobre el matrimonio y abierta a la vida, así como el derecho primario de los padres a la libre educación y formación de los hijos. (…) No se hace justicia a la familia si el Estado no sostiene la libertad de educación por el bien común de toda la sociedad”.

LA IGLESIA Y EL IBI

El lunes, 28 de mayo, se debatió en el Ayuntamiento de nuestra ciudad el tema del IBI y la Iglesia. Sin intención de entrar en polémicas políticas, para eso ya están los representantes de la ciudadanía, como párroco de una de las parroquias de nuestra ciudad, quiero recordar, a los que quieran leer este artículo, algunas cosas sobre el IBI y la Iglesia que no se suelen decir. Quiero juzgar este silencio como desconocimientoÉ y nada más.


1.- En algunos casos la Iglesia no paga el IBI. Tampoco lo hacen algunas instituciones como los consulados, las embajadas, los partidos políticos, los sindicatos, los locales de la Cruz Roja, las federaciones deportivas, los terrenos de Renfe, los edificios considerados Bienes de Interés Cultural (BIC), los ministerios, cuarteles, comisarías, colegios o guarderías, los inmuebles destinados a usos religiosos de las comunidades hebreas, musulmanas, evangélicas, e instituciones sin fines lucrativos amparadas por la Ley de Mecenazgo. Por ley, no por privilegio, no se paga el IBI por una catedral o por una mezquita, como no se paga tampoco por el Museo del Prado. La Iglesia no quiere privilegios pero tampoco discriminaciones.

2.- ¿De qué bienes la Iglesia no paga el IBI? De las iglesias parroquiales, sus locales y la curia diocesana, seminarios y universidades de disciplinas eclesiásticas, las casas parroquiales, y los edificios destinados a residencia de órdenes y congregaciones religiosas. Por supuesto, estas exenciones cerradas están vinculadas a que los bienes sean propiedad de estas instituciones, es decir, por ejemplo, las viviendas particulares de los sacerdotes no están exentas del IBI.

3.- Pero la Iglesia sí paga el IBI de aquellos bienes de los que se realiza una explotación económica que no figuran en la anterior lista de exenciones, como pueden ser repostería, restauración, parkings, explotaciones agrarias, etc. La Iglesia también paga las tasas municipales sobre las que no existe ningún tipo de exención fiscal.

4.- A pesar de esta polémica, la Iglesia siempre responderá con más generosidad y entrega a la hora de atender a todos aquellos que se acercan a ella, buscando remedio ante esta crisis tan cruel originada por la pobreza ética de muchos comportamientos. La Iglesia, en sus miembros, siempre estará junto a los más necesitados, ayudando, sin pedir filiación política ni religiosa, y sin buscar agradecimiento ni reconocimiento público, como me dijo, hace muchos años, un sacerdote, refiriéndose a las actitudes de servicio y gratuidad que debíamos tener los cristianos: "No trabajamos para triunfar. Nuestro triunfo es trabajar".